
Néstor Zeledón: Entre la abstracción y la figuración
Autor(a): Alina González · Follow // Tiempo de lectura 20 min
En el seno de una familia numerosa y humilde, y siendo hijo del escultor Néstor Zeledón Varela (1903-2000), nace Néstor Zeledón Guzmán, en Guadalupe, en el año 1933, coincidiendo con una de las épocas más importantes para el desarrollo del arte costarricense.
En aquellos lejanos años treinta, y a través de las escasas publicaciones y reproducciones que llegaban al país, el arte expresionista alemán se hace manifiesto en el grabado -Álbum de grabados del 34- y la escultura costarricense, representada por Néstor Zeledón Varela (1903-2000), Juan Rafael Chacón Solares (1894-1982), Juan Manuel Sánchez Barrantes (1907-1990), y Francisco Zúñiga Chavarría (1912-1998). Todos ellos, en madera, en piedra y lejos de todo convencionalismo, esculpieron cristos, animales, y rindieron culto a la mujer, partiendo de la escultura precolombina y la imaginería colonial, con el deseo de hallar un lenguaje plástico totalmente autóctono.

Néstor Zeledón Guzmán, talla en madera, sin fecha
Con un lenguaje de composición cerrada y brevedad de la forma, Zúñiga esculpiría en piedra, so solo la obra que le merecería el primer premio en la Exposición Centroamericana de 1935, sino el testimonio más contundente de ese período como lo es su “Monumento a la madre” (1935), como bien, podría serlo en pintura, “Negros de Limón” (1936) de Manuel de la Cruz González Luján (1909-1986). Este cuadro, aunque el artista insistiera en un interés por el color, y no de reflejar el drama social, temáticamente se diferencia en mucho a lo planteado por los pintores de esos años treinta, quienes guiados por Teodorico Quirós Alvarado (1897-1977), encuentran la forma de recuperar el pasado mediante el paisaje local dominado por el clásico elemento de la casa de adobes.
Este mismo espíritu romántico-burgués por lo colonial y el pasado, no sólo llega a circunscribirse a la pintura, sino que va a dar origen precisamente a un nuevo paisaje urbano de arquitectura de estilo colonial. A propósito de ello, escribe Carlos Altezor: “En San José, el estilo colonial y neobarroco hispánico, serán en la arquitectura, los preferidos por la clase de más altos ingresos, para un nuevo tipo de residencia con jardín. Las mansiones reconocidas por todos como “casas coloniales”, elaboradas por arquitectos de prestigio, comienzan a surgir a partir de 1930, con gran énfasis en su desarrollo en los nuevos barrios elegantes de la ciudad capital: Paseo Colón y Barrio Escalante particularmente.” (Altezor, C. p.87).
En contraste con este tipo de arquitectura urbana para residenciales, se desarrolla en los barrios de clase media-baja, o clases populares, un tipo de construcción barata en madera, cemento y cerámica. (ALTEZOR, C. p.108). En un tipo de casas como esa, allá en Guadalupe, transcurre la infancia de Néstor Zeledón Guzmán (1933-2025), que, a pesar de estar marcada por el dolor y la soledad, descubre su vocación por la escultura, viendo trabajar a su padre, -Néstor Zeledón Varela- y luego, siguiendo los pasos de toda una generación de escultores, como ayudante en el taller de imaginería de Manuel María Zúñiga Rodríguez (1890-1979).
Al concluir en 1937, Los Salones Nacionales de Artes Plásticas (1928-1937), patrocinados por el Diario de Costa Rica, muchos de los y las artistas, empezaron por definir su propio estilo. Luisa González Feo (1899-1982), se introducía en el surrealismo u obra fantástica en al pintar “Pájaro de otros mundos”, (1946) ó “Terremoto, c.c. Los caballos de las ruinas”, (1958). Juan Rafael Chacón con un fuerte acento expresionista, esculpe “La leona”, (1945) que recuerda en mucho, la obra del artista alemán Ernst Barlach (1870-1938). Por su lado, Francisco Amighetti, en 1947, incursiona en el mural, asimilando el estilo del mexicano Diego Rivera (1886-1957). Mientras Max Jiménez Huete (1900-1947) se presentaba como el mejor exponente en el país del expresionismo junto a Amighetti y Sánchez. Dentro de esta corriente, habrá de introducirse la obra de Néstor Zeledón Guzmán y de toda una nueva generación de artistas contemporáneos.
A pesar de los ingentes y solitarios esfuerzos que os artistas hacían para continuar creando, el arte en Costa Rica carecía de estímulos. Esta situación se agravó a finales de la década de 1940, cuando el país, ante la crítica realidad político-social, se vería envuelto en una guerra civil. “Es evidente que el liberalismo carecía ya de mensaje, pero no se tomaba la adopción de una nueva línea de decisión política, más volcada hacia el desarrollo del estado como fuerza social y de cambio. La opacación de las libertades electorales sirvieron de agente catalizador para el enfrentamiento que conduciría al cambio de rumbo de la nave del estado costarricense. Es así, a nuestro juicio, como ocurrió el proceso que culminó con la revolución armada de 1948.” (Meléndez, C. p.135).
Nacido para luchar en cualquier circunstancia que se le presentara en la vida, Néstor Zeledón combate a la edad de quince años, durante la guerra civil del 48. Una vez concluida, se marcha para la provincia de Guanacaste, donde se dedica a varias labores relacionadas con el campo como machetero y sabanero. Desde entonces, el artista va a tener una estrecha relación con esta provincia, al punto que será el motivo central para sus relieves en madera y sus cuentos.
Entre los años 1950. Y 1951, esculpe pequeñas piezas en madera de café como pegasos y chanchos y figuras griegas. Alrededor del año 1952, paralelamente a la escultura, dedica tiempo a la pintura. Realiza una serie de cuadros de tipo académico, preparando él mismo, los colores a base de óleo. Y en 1953, participa con nueves esculturas en una exposición colectiva en la Casa del Artista.
Luego, ingresaría a la Escuela Nacional de Bellas Artes, ya perteneciente al Universidad de Costa Rica, en la que permanece hasta el año 1954. Allí estudia con los profesores John Portuguez Fucigna (1909-1999), Teodorico Quirós, Carlos Salazar Herrera (1906-1980), Margarita Bertheau Odio (1913-1975), Alexander Bierig Meyer (Alemania: 1884 - Costa Rica: 1963) y Abelardo Bonilla Baldares (1898-1969).
El pintar al aire libre, que habría de caracterizar la pintura de los años treinta, se habría de transformar en un método práctico de enseñanza académica en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica. Este método habría de ser promovido por Teodorico Quirós, siendo decano de dicho centro académico, con la intención de poner en práctica los principios teóricos de la observación de la naturaleza en contraposición al estatismo del arte académico.
En 1954, Néstor Zeledón sale de su casa para irse a combatir durante varios años hasta 1958, Entre los años 1954-1958, vive exilado en Nicaragua. Por esos años dedica gran parte del tiempo a la pintura, a falta de un taller de escultura. De este tiempo es un autorretrato con indumentaria de soldado. De regreso a Costa Rica, y con apenas 22 años, se casa por primera vez.
En 1966, esculpe en concreto, para las puertas laterales de la Iglesia de Coronado diseñada por Teodorico Quirós, una serie de esculturas sobre los cuatro evangelistas al lado de las esculturas de su antiguo maestro Manuel María Zúñiga. En ese mismo año, reúne una serie de esculturas con las cuales, logra realizar su primera exposición individual en el Teatro Arlequín, en cuya sala se realizaban periódicamente exposiciones en combinación con las obras de teatro. En esta muestra expuso cuatro esculturas en piedra, nueve en madera y una terracota. Ya desde entonces, muestra una fuerte inclinación por un realismo expresionista. En la escultura arrodillado, sus manos exageradamente grandes, con la intención de exaltar su propio drama o transmitir su propia angustia. Esta obra va a tener, fuertes reminiscencias en la obra posterior de la serie “los sueños”, sobre todo, en la pieza escultórica de ese año “El abrazo” de paradero desconocido. Y es precisamente con esta escultura, con la que Zeledón participa en la 6ta. Bienal de Sao Paulo.
En palabras del artista: “Esa misma pieza, yo he pensado repetirla, aunque no sé si lograré darle la misma fuerza esta tiene. Considero que esta primera escultura tiene la cualidad de que fue realizada con cierta inocencia. Esto se puede apreciar en ciertas partes monstruosas de la pieza, que quizás ahora no me atreva a hacer. El hacer aquello en ese momento, me era completamente natural. A esto he vuelto, después de 30 años, al darme cuenta que había perdido mi propio origen. Con el tiempo comprendí, que la abstracción en Costa Rica era una equivocación. Por ello, volví de nuevo, sobre mis pasos, sobre el realismo, con un énfasis en la figuración.”

Néstor Zeledón Guzmán, Yo protesto, talla en madera
En ese entonces, mientras trabaja como dibujante de ingeniería y en varias compañías, esculpe por pura afición y aún más, como una necesidad existencial, producto de su propia angustia, ya que se encontraba sin poder hablar con nadie de escultura. Lo artistas que formaron el Círculo de Amigos del arte, se hallaban ensimismados en sus casas. El único artista de esa generación con quien mantiene una gran amistad es con el maestro Juan Rafael Chacón. Los criterios de la gente eran sumamente retrasados en relación al arte internacional.
“Yo vivía tremendamente angustiado. No sabía si lo que estaba haciendo tenía relación con el arte internacional. Hoy siento que eso es una equivocación, ya que necesito hacer arte que surja de mis propias raíces.”
En esta época leía al peta indio Rabindranah Tagore (1861-1941) sobre Auguste Rodin (1840-1917) y las “Cartas a un joven poeta” de Rainer Maria Rilke (1875-1926). Lecturas que aunque un tanto atrasadas en cuanto a información, es lo que llegaba al país por primera vez. Por entonces, llegó a conocer a Ernst Barlach a través de un libro que le obsequió la escultora nicaragüense Edith Brown. Y fue a través de su obra, que encontró las soluciones plásticas que angustiosamente andaba buscando. En la escultura de este artista alemán vio resueltas con facilidad el problema de la tridimensión y la forma con gran síntesis.
Ya en 1958, y a pesar de la raquítica actividad cultural, Manuel de la Cruz González, Rafael (Felo) García, Lola Fernández Caballero (1926), quienes habían vivido y estudiado en el extranjero, se atreven a exponer por vez primera en el país, arte abstracto de manera individual en el Museo Nacional. González, orientaría sus búsquedas estéticas dentro de la abstracción geométrica, debido a la fuerte influencia que recibe de la pintura vanguardista venezolana. García y Fernández, incursionan dentro del campo del informalismo.
Por su parte, Jean Moulaert (1930-2012), director de teatro y fundador del Teatro Arlequín en el país, en 1959, organiza en la Alianza Francesa una exposición colectiva con el nombre de “Grupo Plus-1”. En ella participaría por vez primera, Néstor Zeledón, además de Dinorah Bolandi Jiménez (1923-2004), Luis Daell Ávila Vega (1927-1997), Carlos Moya Barahona (1925-2010), el mismo Jean Moulaert, Rafael (Rafa) Fernández Piedra (1935-2018), Óscar Bakit Padilla (1922-1997), Luisa González de Sáenz y Óscar Vásquez. En esta ocasión, Néstor Zeledón participa con dos esculturas en piedra, una maternidad y una leona.
En 1969, y la edad de 27 años, construye un taller con su padre, el también escultor Néstor Zeledón Varela y un compañero suyo, Carlos Calvo en San Pedro de Montes de Oca. En ese mismo año, mes de marzo, junto a Juan Luis Rodríguez Sibaja (1934), Juan Antillón (1940) y Francisco (Paco) Portillo, organizan una importante exposición al aire libre en el Parque Central, durante una semana. Incluía, además de escultura de Hernán González Gutiérrez (1918-1987), pinturas de Dinorah Bolandi Jiménez (1923-2004), Jorge Gallardo Gómez (1924-2002), Rafael Felo García, Luis Daell, Jean Moulaert, Adrián Valenciano Álvarez (1937) y poesía de Jorge Debravo Brenes (1938-1967) y Laureano Albán Riva (1942-2022).
“Esta exposición fue importantísima, porque fue la primera vez, que el público se enfrentó al arte de una forma directa, es decir, no en salas de exposición, sino al aire libre. Esta exposición se llevó a cabo simplemente, por la apatía que había en el medio. Esto nos daba la oportunidad de charlar hasta la madrugada.”
Al año siguiente, en 1961 y dentro de los lineamientos del arte contemporáneo, acorde a la óptica occidental, surge una agrupación denominada como Grupo 8, compuesta por seis pintores, entre ellos Manuel de la Cruz González, Harold Fonseca Mora (1920-2000), Rafael (Felo) García), César Valverde Vega (1928-1998), Luis Daell y Guillermo Jiménez Sáenz (1922-1988), más dos escultores, Hernán González y Néstor Zeledón. Como consecuencia de la experiencia de la exposición al aire libre, este grupo organiza en el pasaje de Las Arcadas, dos importantes muestras colectivas. Además publican un polémico manifiesto, emulando el famoso Manifiesto futurista, escrito en 1909 por F.T.Marinetti (1876-1944), en el que se asocia la nueva belleza con la industriosa imagen de un automóvil en movimiento.
El manifiesto del Grupo 8, si bien, distaba en mucho de la realidad artística en el país buscaba renovar la situación del arte costarricense, así como el renovar el espíritu expositivo en el medio local. Para algunos de los miembros, tal es el caso de Néstor Zeledón, el hacer abstracción obedecía más a una actitud mimética dentro del grupo, que a una actitud de convicción personal. En este tipo de esculturas, Zeledón Guzmán llega a estilizar y simplificar las formas, hasta desaparecer todo rastro de figuración.
“El asunto de la abstracción era provocado por los vientos que nos llegaban de afuera. Un veía fotografías, periódicos, todo tipo de reproducciones, revistas y libros para estar al tanto de lo que se estaba trabajando en arte. En aquel momento, la abstracción era el camino. Inclusive, algunos opinaban que la abstracción era la forma más extraordinaria que se podía haber llegado dentro del arte. Y yo, buscando una luz en el camino, me por ahí. Hice una serie de cosas en ese sentido, que coincidieron con el Grupo 8, que en aquel momento fue un acierto en cuanto a lo que provocó la abstracción, pues nunca llegó a plantearse un arte costarricense. Yo me dije a mi mismo, cómo era posible que estuviera hablando en términos abstractos, en un país donde la población no tiene la cultura necesaria para comprender lo abstracto. Yo nací en Costa Rica. Yo pertenezco a este medio local y convivo con esta gente, por tanto, debo hacer una obra de arte, que represente a esta gente, que comunique un mensaje que sea comprendido, de lo contrario estaría loco, como hablando solo. Ahí fue cuando de nuevo volví al realismo, abandonando de una vez por todas la abstracción.”
Después de la desintegración del Grupo 8, alrededor del año 1964, y aún como ayudante de ingeniería, Néstor Zeledón trabaja intensamente el granito. La última exposición que el Grupo 8 patrocinara, sería una suya, en el pasaje de Las Arcadas. En esta presenta varias piedras, en cuenta, “Forma espacial” que se encuentra en la Asamblea Legislativa y “Géneseis”, propiedad del artista Rafael (Felo) García.
Aún ligado al influjo de la abstracción Néstor Zeledón esculpe una serie de obras donde las formas apenas se palpan, tal es el caso de “La nube” hoy destruida por el mismo escultor debido al progresivo deterioro ocasionado por el comején.
“Es una escultura que además de seguir las enseñanzas de Barlach, en su aspecto compacto, no tiene un solo ángulo definido por tratarse de una nube.”
Sin dejar de esculpir y ya en el año 1965, Néstor Zeledón realiza en granito su escultura más ambiciosa, el “Monumento a Cleto González Víquez”. Para este monumento hubo de pedir el escultor permiso por espacio de siete meses a un año en su trabajo para lograr trabajarlo, lo cual, le fue concedido sin mayores preámbulos. Con ese dinero que había reunido, va a Cartago a cortar los bloques de piedra con ayuda de un picapedrero, allá, en Tierra Blanca de Cartago. Para este monumento trabaja día y noche. Se propone hacerlo con la intención de dar un salto cualitativo en su escultura. Los pesados bloques de granito, ya cortados, fueron colocados en el sitio preciso, formando una torre de aproximadamente quince metros de altura. Y así, sin ayuda de nadie, Néstor Zeledón realiza este monumento, compuesto por una mujer que simboliza la patria, y en la parte superior el busto de Cleto González Víquez.
Posteriormente de la piedra extrae una figura de mujer reclinada que se encuentra en los jardines de la Caja Costarricense del Seguro Social. Una escultura que según el propio escultor, marcaría un cambio significativo en su producción artística debido a la lesión sería que sufre e la muñeca de su brazo derecho, la cual le va a impedir trabajar escultura por quince años. En algunas ocasiones logaría amarrarse trapos mus socados en el brazo para poder trabajar y así esculpiría, soportando dos horas al día el dolor. En esta situación inicia un proyecto sobre el “Via Crucis” para el convento Seráfico en Cartago. Esta obra quedaría inconclusa, pudiendo solo realizar “Las manos de Dios”.
Al no poder esculpir casi del todo, se dedica intensamente a dibujar. Este proceso va a culminar con una exposición compuesta por 54 dibujos en la Galería Jorge Debravo en 1976. Los dibujos expuestos trataban sobre Guanacaste y en especial, las relaciones del hombre con la tierra y el mar, sus costumbres como el baile, la alegría, el trabajo, a muerte y la eternidad.
“A partir de ahí, fue donde prácticamente asumí de nuevo el realismo. Donde encontré un realismo que me identificara con lo costarricense.”
Decidido a abandonar la escultura en piedra, se dedica aún con el brazo fracturado, a investigar las posibilidades de una escultura distinta. Así llegó a descubrir la lámina metálica empleando equipo de oxiacetileno como un medio viable para expresarse. Con la mano izquierda martillaba, mientras que con la derecha sostenía el soplete. De este proceso surgieron “Los amantes” (1971) para el edificio Numar y posteriormente, “El profeta” pieza de terrible dramatismo. También habría que mencionar, dentro de esta técnica “Hombre-Mundo-Caída”, (1967) para la cual, el poeta turrialbeño Jorge Debravo escribiera un importante poema.
La década de 1970, en el ámbito cultural, está marcada por la creación del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, a través del cual se llevan a cabo una serie de eventos, tales como los Salones Anuales de Artes Plásticas, y la creación en 1978, del Museo de Arte Costarricense. No habría que olvidar que 1971se llevaría a cabo la Primera Bienal Centroamericana de Pintura (1971), convocada por el Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA). Este evento estuvo precedido por connotado jurado compuesto por Marta Traba (1930-1983), Fernando de Szyszlo (1925-2017) y José Luis Cuevas (1931-2017), quienes en aquel momento juzgaron el arte costarricense fuera de contexto, por su fuerte énfasis en una pintura que se inscribía dentro de los lineamientos dictados por el arte europeo y estadounidense.

Néstor Zeledón Guzmán, dibujo, sin título, sin fecha
A partir de ese mismo año, Manuel de la Cruz González, abandona la abstracción geométrica, o mismo Rafael (Felo) García, abandona su camino como pintor expresionista-abstracto. Mientras, con las cromoxilografías, de Francisco Amighetti, el expresionismo cobra vigencia en esta década de 1970, en que la realidad se hace cada vez más violenta, producto de las tensiones político internas.
Dentro de esta corriente figurativa-expresionista, nace todo un movimiento de artistas nacionales como muchos artistas de Latinoamérica comprometidos con esta realidad, que según Germán Rubiano: “…han hecho un arte cargado de violencia que no tiene que ver, por lo menos directamente, con la violencia histórica del país. Son expresiones altamente subjetivas que, de todas maneras, reflejan el clima turbio y malsano que ha predominado en nuestra sociedad. El fenómeno es, por supuesto, de carácter universal. Vivimos un mundo problemático y lleno de conflictos. Vivimos en un mundo violento. De allí que el arte angustiado, atormentado y cargado de violencia haya sido tan frecuente.” (Rubiano, G. p.32)
En Costa Rica y hacia la década de 1980, la orientación hacia el expresionismo se acentúa. La propuesta escultórica para entonces de Néstor Zeledón, contraria a toda esa tendencia esteticista orientada hacia el preciosismo de los materiales, se proyecta hacia el espectador de manera directa, mediante la presencia de personajes torturados o actitudes agresivas. Muestra dolor y angustia a través de cuerpos torturados, sus cristos y sueños hechos casi pesadillas.
“Yo estoy marcado por el sufrimiento de aquellos años de mi infancia. Para mí, fue muy duro, tanto que yo continué mi vida estando completamente solo…De hecho sé que todo ese pasado mío, va repercutir en mi obra, y en un tipo de arte dramático y trágico como son las imágenes de los cristos.”
Si la imagen de Cristo ha estado presente en todo el arte universal, en la obra de Néstor Zeledón siempre ha sido una constante. En su casa de adobe, donde se encuentra también su taller, se aprecia, amarrado a un poste, cuál Ulises a un mástil, su primer Cristo (1959) y que se encuentra amenazado por el comején, al punto de ser exterminado. Es una talla directa en madera, de una gran intensidad dramática, resuelta de manera cubista o planos muy sintéticos. Junto a este, se encuentra casi en el olvido, otro en piedra, de líneas más delicadas y de estilo bizantino, esculpido para la tumba de Abelardo Bonilla.
El estilo semejante, esculpe uno en cobre, conservando la idea para ser colgado sobre una pared. Similar en propósito, pero mucho más dramático su imagen, se encuentra en maqueta el Cristo, que luego, realizó en hierro forjado a una escala de dos metros en 1980. Este Cristo, de carácter expresionista, que pareciera deshacerse, desgarrarse, despedazarse clavado en una cruz imposible, de hierro frío, actualmente se encuentra formando parte de la colección de Museo de Arte Costarricense.
“Para mí, Cristo no es el Cristo-Dios, sino Cristo-Hombre. En este sentido, es en donde se me hace gigante su figura.”
Otro Cristo, en blanco, de puro yeso, cuelga a falta de cruz, en un horcón. Esta imagen, semejante con un hombre común crucificado, se acerca aún más a la idea que Néstor tiene de Cristo, como imagen del dolor universal y no como esa imagen idealizada que la religión católica difunde.
“Este Cristo en yeso, es un proyecto para ser trasladado a madera. Es el hombre centroamericano. El hombre angustiado. El de todos los días. El que es despojado de la tierra. Al que se le encarcela sin razón. El que no tiene medicina, ni educación. Es símbolo de la injusticia que se comete todos los días.”
Es el dolor del hombre de este siglo crucificado, la crucificada angustia, imagen de la humanidad, el Cristo que con tal fuerza Néstor Zeledón esculpe, el más contundente de todos sus Cristos, que no pende de una cruz.
“Y bajaste, Cristo rojo,
y me sobaste el cabello
mientras los sicarios se iban
metiendo bajo los techos.
Luego me arrancaste el alma
de un solo tirón sangriento
y te construiste un vestido
con sus delgados pellejos.
Y me obligaste a seguirte,
¡Cristo rojo! ¡Cristo negro!
dándote ahora también
bocado a bocado el cuerpo.”
BIBLIOGRAFÍA
ALTEZOR, C. (1986), Arquitectura urbana en Costa Rica: exploración histórica 1900-1950. Cartago: Editorial Tecnológica de Costa Rica.
DEBRAVO, J. (1981) Otras cosas recogidas de la tierra. Costa Rica: Editorial Costa Rica.
MELÉNDEZ, C. (1979), Historia de Costa Rica. Costa Rica: Universidad Estatal a Distancia.
RUBIANO, G. (1984), El arte de la violencia. En: Arte en Colombia Internacional. No.25, Colombia.
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Alina González Artista visual, curadora e investigadora en arte |