
Desde la Niebla, el origen de una colección
Autor: José Ortiz · Follow // Tiempo de lectura 14 min
Años atrás, un buen amigo tuvo el gran gesto de regalarme un libro: Niebla, de Miguel de Unamuno. Al inicio, no me resultó tan atractivo, una historia de amor a inicios de siglo no es mi tipo de lectura. Pero como solo lo logran los grandes maestros, conforme iba avanzando, la historia me fue cautivando. Augusto, el personaje principal, luego de un desencuentro amoroso se siente acabado, sin salida, y decide buscar ayuda. Se dirige a la casa de Miguel de Unamuno, el propio escritor, con la idea de que tendría respuestas y sabría indicarle el camino. Inesperadamente, Unamuno le revela que es su creador y que él no es más que un ente de ficción, a quien, incluso, puede matar si así lo desea. Augusto, en su defensa, dice que quizá Unamuno también es el personaje de alguien más y que ese ente terminará con su vida cuando menos lo espere. De ahí, surge todo un diálogo profundo sobre la verdadera naturaleza de la existencia humana, entre la ficción y el sueño; la influencia de los sentimientos en el destino de las personas; y, finalmente, la angustia ante la muerte.
Todo eso diálogo me resultó fascinante, y de esa reflexión surge la inquietud de cómo plasmar en una Colección de Arte la idea de cómo nos percibimos y cómo percibimos a los otros, como vamos conformando una imagen nuestra a través de lo que vivimos y cómo se va forjando una representación de nosotros mismos. Un juego de compararnos y juzgar a los demás, de cómo nos vemos en relación a nuestras expectativas o las de las personas a nuestro alrededor.
La vida, como la niebla, nos va permeando, nos cambia, nos determina, poco a poco, cada suceso modela quienes somos. Cada uno está inmerso en sus propias sensaciones, emociones y experiencias, al mismo tiempo, que su percepción de otro es dominada por lo que podemos apreciar externamente de él. Esta asimetría trae consecuencias graves, genera conflictos e influye sobre el comportamiento.
Con esa premisa, surgieron varias interrogantes dignas de cualquier texto de filosofía: ¿quiénes somos?, ¿porqué somos así?, ¿cómo nos percibimos?, ¿qué nos afecta? y ¿cómo nos afecta nuestro contexto? Preguntas dificilísimas de responder, pero que para fines de una colección he tratado de abordar desde cinco grandes ejes que se describen a continuación.

Jorge Zamorán, Abrazo, mixta sobre papel, 2014
1. La búsqueda de una identidad
La identidad propia es el guión mental que se construye a partir de los valores y comportamientos que nos ha transmitido nuestra cultura, integrándolos conforme a nuestras características individuales y nuestra experiencia social. Desde su nacimiento hasta su muerte, cada individuo suele estar marcado por la incertidumbre acerca de si mismo, y con la búsqueda de una identidad que permita responder preguntas como: ¿quién soy?, ¿qué quiero ser?; ¿para qué soy bueno?, ¿cómo quiero que me vean los demás? o ¿cuál es mi lugar en el mundo? [1]. Implica comprender, representar y ser consciente de quienes somos y de cómo nos consideramos social y personalmente, implicando facetas subjetivas como la la autoestima, la capacidad de autorreflexión y auto observación así como la conciencia de uno mismo.
Una de las obras que mejor refleja esa idea es El solitario, en ella Amighetti utiliza su lenguaje característico para crear una especie de autorretrato, en dónde un hombre sale de una habitación a mirar al firmamento, mientras abajo los personajes se entregan al vicio y a la fiesta, toda una alegoría poética acerca de lo que para él significaba ser artista.
También, en el Espejo de Leonel González, de manera clara plantea la necesidad de vernos a nosotros mismos. Por medio de ese espejo se retroalimenta esa imagen que se crea para interactuar con los otros, se somete esa imagen al escrutinio propio, se tamiza para enfrentarla a los otros, algo similar a lo planteado por Florencia Urbina en Lujuria (1995), un hombre desnudo, expuesto a la sociedad, enfrentándose a un público que resulta indiferente o bien, La Reina, una cromoxilografía de 1994 de Hernán Arévalo que aborda con su lenguaje el mismo tema.

Leonel González, Espejo, acrílico sobre papel, sin fecha
Esta necesidad de pertenecer, de ser reconocido, puede terminar en una distorsión que lleva a causar un grave daño sicológico o incluso, físico, como lo representa Rojas Kolomiets (2011) en Nacer para morir, una metáfora sobre como el dinero puede cambiar la percepción que la sociedad tiene de una persona.
Por otra parte, Lucho Castro plantea en Disociación (2021) esa discrepancia entre lo que somos y la imagen que proyectamos: como nos vemos y como nos perciben, conclusiones a las que ya había llegado Fabián Monge en Retrato Cínico Clínico en el 2014. En ambas, la máscara constituye el elemento mediante el cual cambiamos lo que somos, logrando construir un personaje que permite encajar en una sociedad cada vez más demandante. Otras obras resultan más sutiles, pero igual llegan a mostrar aspectos profundos e inquietantes de la personalidad, como el retrato de Guillermo Jiménez a los 43 años, realizado en 1963 o el retrato de Alina González, en ese entonces José Miguel Rojas (1980). En el primero, Jiménez se muestra como un hombre sofisticado, elegante, un tanto andrógino, concepto que se acentúa aún más por la paleta de color y con unos ojos cuya gestualidad recuerda el dibujo de Max Jiménez. Por otra parte, el retador de González muestra a un artista en ciernes, que impresiona orgulloso de su oficio y que con el sombrero recuerda el célebre autorretrato del pintor Enrique Echandi.

Guillermo Jiménez, autorretrato, acrílico sobre cartón, 1963
2. Instantes que nos definen
Lo cotidiano también nos impacta y genera estructuras de pensamiento que modifican la actitud a los otros. Desde el trabajador más humilde al mejor pagado, de alguna manera ve su vida determinada por lo que hace, un hecho brutal, que no puede pasar desapercibido. Incluso en nuestros momentos dolorosos podemos encontrar sentido, podemos ver cómo se genera una transformación. En muchas ocasiones nos hicieron apreciar más lo que ya poseíamos, o bien, cambiar nuestra perspectiva acerca de nuestra situación en la vida. Existen obras que hablan sobre momentos determinantes, como por ejemplo Maternidad de Fernando Carballo (1969) y la obra Otra Familia Normal de Sofía Ruiz. Aunque ambos son distantes en tiempo y técnica pictórica, tienen en común una interpretación alternativa de la maternidad. Carballo apela al drama, a lo grotesco, con una imagen cargada de sufrimiento y angustia. Ruiz, más bien aborda el tema desde el desapego, en total enfrentamiento con la imagen de amor maternal, algo similar a En la Floresta, de Julio Escámez de 1986.

Fernando Carballo, Maternidad IV, tintas sobre cartón, 1969
Los momentos de tristeza y desesperanza también son representados por obras como El Abrazo (Jorge Zamorán) y Tristeza (Julio Escámez), que con diferentes herramientas acentúan la emoción de un instante y logran transmitir un estado de ánimo que conmueve a quien las aprecian. La pobreza, el dolor, el sufrimiento son puestos en evidencia de una manera magistral por Francisco Munguía en sus dibujos y tintas de carácter social: sobrios, sin aspavientos, sin poses. Las construcciones sobre la pobreza también varían de acuerdo al contexto social del artista. Resulta llamativo el dibujo Niños de Calle de Ariane Garnier, en donde a pesar de que los trazos nos dan cierto sentido de pobreza, el color suaviza la imagen, presenta la miseria de una manera digna y con respeto, por el contrario, el dibujo Phillipp Anaskin (Vagabundos, 2021) aprovecha el grafito y el carboncillo para acentuar la atmósfera, dando una sensación de soledad y desesperanza. En esa misma línea, pero un poco más sombrío, es el grabado 1962 de Juan Luis Rodríguez, una pareja en un calle oscura que transmite miedo, desprotección, carencias... una pieza con gran fuerza emocional.
Un dibujo de Don Rudy Espinoza representa a un hombre en su lecho de muerte: Don Gollo, compañero de cuarto en su enfermedad, y quien murió a los pocos días de haber sido retratado. Según me dijo Don Rudy, esto le causó un gran dolor, paradójicamente, unos meses después, sería él el que que sucumbiera a la enfermedad, evidencia palpable de que el arte es eso, la Vida, y la muerte es parte del camino.

Rudy Espinoza, La siesta, grafito sobre papel 2016
Otros temas como la prostitución, son representados de una manera muy sugestiva, como en el caso de la obra Tajo No. 2 (Anaskina), en la cual una mujer se deja ver en una puerta entreabierta entre dos paredes rojas, una imagen de gran poder y contundencia o bien, el dibujo a tinta de Manuel de Cruz González, que resulta en un retrato sicológico del personaje.
También las emociones como el amor llegan a marcar la vida de las personas, Alina González en sus Amatorios, muestra personajes apasionados y para ella, “el amor es un nudo inextricable, el nudo del abrazo, la compactación de los seres que se unen por tensas motivaciones y lazos físicos hasta llegar a constituir un todo, un puño de sensaciones y angustias comulgadas en un instante”.

Alina González acc José Miguel Rojas, autorretrato, acrílico sobre cartón, 1989
La ausencia o la necesidad de comunicarse puede generar estructuras como las que muestra Sofía Ruiz en Amigo Imaginario, una niña utiliza una representación mental, en este caso un chimpancé, como refugio seguro para probar sus aptitudes sociales, dinámicas de grupo y estrategias de comunicación. Carballo, por medio de una mariposa amarilla, símbolo inequívoco del realismo mágico latinoamericano, representa la lucha de un personaje femenino, con rasgos mestizos y piel morena, por atrapar las palabras entre sus manos y hacerlas suyas, quizás con la intención de construir su propio lenguaje o comprender lo que ocurre en ese mundo de color que la rodea (Cazadora de mariposas, 2014). Una imagen estéticamente hermosa, en contraposición a obras más tempranas del artista, sin embargo, no hay que caer en la trampa de que “la belleza trivializa a aquello que la posee”[3], ya que, al fin de cuentas, la belleza está en el pensamiento.
3. La mirada omnipresente

Luis Daell, Cascada, acuarela, sin fecha
Existimos porque nos miran y de esta conciencia de ser mirados nace nuestro existir. La mirada se nos muestra como una visión orientada. Ella nace en el momento en que interrogamos el sentido de la vista y seleccionamos del universo visual, lo que para nosotros posee significado y valor [4]. Quién mejor para reflejar esta faceta que Jorge Gallardo, que siempre buscó dignificar a la persona que trabaja y a su familia (Jornalero, Picapedrero, En el bus), un observador constante de lo cotidiano, de la vida y de cómo interactúan los individuos. Alfonso Chase una vez escribió sobre Gallardo: su pintura, como espejo, refleja las contradicciones y los aciertos de la esperanza que, para desgracia de los escépticos, permanece en la voluntad de estar vivos[5]. Pescadores, un boceto de Don Olger Villegas, recrea el trabajo de los hombres en las costas y Luis Daell, con un dominio magistral de la acuarela, muestra la vida de las mujeres que van a recoger agua y lavar su ropa en un río con una catarata exuberante. Para Lucho Castro, esa misma cotidianidad ha cambiado: “... hay una apertura que se ha perdido con el tiempo, la cotidianidad visible hoy en día es muy similar para la mayoría de gente, hay menos actividades que se realicen de manera pública, cosas que antes eran tan visibles como ir a lavar ropa, hoy están relegadas a la privacidad personal, todo esta pasando detrás de un muro”, y esto, hace que se pierda esa dinámica de interacción entre individuos, la cual es fundamental, porque le da al ser humano seguridad y sentido de pertenencia a una comunidad.

Lucho Castro, Disociación, acrílico sobre papel, 2021
Adrián Arguedas nos pone como observadores de primera mano del trabajo de una Vendedora de Frutas, aislados por un primer plano lleno de productos como sandías, mangos y ayotes, todos con colores intensos y pequeños detalles que construyen una historia, en una perspectiva que nos hace sentir testigos de lo que está ocurriendo. Algo similar sucede con Margarita Bertheau en el retrato de su sobrina, somos espectadores de la niña jugando con su gato, pero esta vez en un contexto más íntimo, su casa.

Margarita Bertheau, NIña y gato, acuarela, sin fecha
En un momento determinado podemos convertirnos en ese ojo acusador, en ese público que juzga y qué puede aplastar y transformar (Luis Moralegui, La sociedad o lo que fue, 2022). Ese proceso de valoración y transformación llega a moldear una imagen, algo que Durán logra representar en Contorsionista (2019), una figura elaborada a partir de la distorsión que genera el agua sobre las tintas solubles[6], un proceso en el que el artista pierde el control del dibujo y se deja llevar por la mancha.
A veces esa mirada va más allá y puede darlos información sobre la sicología de los personajes. José Oviedo construye una imagen de una hombre de avanzada edad, su padre, cargando una mochila y asomándose por la ventana para mirar el vacío, un guiño a La Ventana Blanca de Don Francisco Amighetti, y como teoriza Arturo Echeverría, esa ventana “no es un escape, sino el deseo profundo del pintor de retener lo que cambia , lo que se va, lo que muere con la agonía de las luces...”[7].
Leonel González refleja en Pareja (2014) el paso del tiempo, que paulatinamente desdibuja los rostros y deja su huella, pero el amor y la unión siguen estando presentes, para González, “esos cambios generados por el tiempo hacen que la obra esté viva...imperfecta, en constante cambio”[8]. Ese paso del tiempo va dejando una historia en cada individuo y esa historia se ve reflejada en cada gesto, cada línea y el color con el cual es representado. Es ahí donde se pueden observar los cálidos personajes de Juan Manuel Sánchez, llenos de ternura y concebidos como ilustraciones, o bien, los dibujos en tinta de Amighetti, llenos de simbolismo y admiración por lo rural. En esa misma línea, Campesinos, de Fernando Calvo, retrata esos mismos personales pero en este caso particular, dándole un lugar preponderante a la mujer, de carácter fuerte y reflexiva, frente a un hombre que luce sumiso y débil, figuras un tanto decadentes, en contraposición a la exaltación del campesino en la obra de Sánchez y Amighetti.
En ocasiones, solo falta una delgada línea para transmitir la personalidad, como es el caso del estudio realizado por Enrique Echandi en los años 20, una mujer de avanzada edad delineada con un trazo apenas perceptible, o bien, el trazo grueso del dorso del pincel en las obras de Carlos Poveda (Bailarina y el Cómico), llenas de vitalidad y movimiento. En ocasiones, la visión del artista puede llevarnos más allá del papel, como lo hace Dinorah Bolandi en Marta, una obra en la cual, mediante las telas recostadas a las sillas se recrea un aura casi angelical, reflejando la admiración y el aprecio que siente la artista por su modelo. Ella misma lo explicaba a Carmen Naranjo en una entrevista: “Hay diferencia entre mis paisajes y retratos. En el paisaje, un árbol puede ser un triangulito verde que parezca un árbol. Pero todavía no he podido hacer un óvalo azul o negro que se convierta en una morada profunda e inquietante que acentúe la personalidad del modelo”[10].
4. Pertenencia y arraigo
El sentido de pertenencia se forja de manera natural y espontánea entre individuos que comparten espacio e intereses. El problema está en los colectivos cuyos individuos no comparten buena parte de su cotidianidad, ni piensan de manera similar, o simplemente ni se conocen. En esos casos, el sentido de pertenencia puede forjarse o construirse a través de la educación (cívica, ciudadana, familiar...) o el adoctrinamiento (ideológico, religioso). En ambos casos se trata de sistemas de valores transmitidos que fomentan en el individuo la noción de formar parte de un grupo humano mucho más amplio, que incluso antecede su existencia y al que debe cierto grado de afinidad, fidelidad o respeto[11].
Por eso, la obra de Juan Carlos Zúñiga nos recuerda que la tierra donde nacimos determina valores y creencias y despierta sentimientos de pertenencia y apego, que en determinado momento moldean las decisiones que vamos a tomar durante la vida (Paisaje, coyundas). También la imagen melancólica de las Montañas de Escazú (Luisa González) genera una sensación de cercanía. Probablemente Doña Luisa, en alguno de sus paseos, decidió guardar esa imagen y así, de vuelta a casa, poder traerla nuevamente a la memoria, revivir un momento, una sensación. De una manera similar, Arbol de Cot de Fernando Carballo remite a la soledad y a la introspección, con una paleta fría y una composición minimalista, un árbol en medio de la montaña.

Luisa González, Paisaje, óleo sobre tela, sin fecha
La casa, esa imagen tan recurrente en la obra pictórica costarricense representa no solamente una Costa Rica idílica sino también el hogar, definido físicamente como el sitio donde encontramos refugio y de esa manera se erige como una forma de resistencia. Nos aferramos a una imagen de casa, que con el tiempo se va desdibujando y dando paso a estructuras menos definidas en concordancia con las estructuras sociales actuales (Casas, Fausto Pacheco y Casa, Héctor Burke).
También es importante destacar como Wendell Rivera en la Urbanización de los Pericos trata de explicar la dinámica de las familias que llevan a las ciudades y se insertan en grupos familiares ya de por sí difíciles, generando conflictos y alteraciones en la dinámica social de esas comunidades.
Por otra parte, todas esos factores que condicionan nuestro entorno social, influyen y dejan una huella indeleble en la producción artística, tal es el caso de Fernando Castro, cuyos dibujos a tinta sobre cartón de mediados de los ochenta, muestran seres humanos con gesticulaciones y posiciones corporales que parecen expresar angustia e incomodidad, acorde con la situación convulsa, incluso bélica, que se estaba viviendo en el resto de Centroamérica [12] y la gran influencia del del neoimpresionismo y la neofiguración que se estaba dando en esa década..
5. La búsqueda de lo espiritual
No es lo mismo entender el amor que sentir el amor; asimismo debe de ser la espiritualidad. Entenderla se limita a creer en el alma y en la vida después de la muerte, o en los espíritus que nacen en lo más oscuro de nuestras mentes; es decir, fantasías que si se quedan como tales, no calan de ninguna forma en nuestra vida. Si la espiritualidad debe sentirse, esto significa que es una emoción, o un conjunto de emociones, que pueden experimentarse sin importar el credo o la filosofía[13].
La espiritualidad surge de la conexión con uno mismo y con los demás, del desarrollo de un sistema de valores personales y de la búsqueda del sentido de la vida.
Esa búsqueda ha llevado a desarrollar representaciones que pueden ir desde los religioso hasta lo esotérico. Gallardo, en su Visitación, se muestra contemplativo, con la mirada fija ante una virgen radiante, que lo envuelve, una alegoría de la constancia en el camino para alcanzar la plenitud. También el Orante se convierte en una continuidad de ese amor que Gallardo tiene por la Virgen y el hecho que lo hiciera un 2 de agosto refuerza aún más ese sentimiento de fidelidad y constancia.
José Sojo, representa a Jesús moribundo, golpeado, lleno de sufrimiento, tallado en madera de desecho, una imagen muy conmovedora. Por otra parte, Saúl Morales expone mediante Madre Tierra la cosmogonía brunca: I be táp abastece lo esencial para la subsistencia, es el útero del mundo dónde fuimos procreados y se nos dio vida, es el lugar al cuál deseamos volver al finalizar nuestra existencia.
De una manera muy particular, Luisa González representa a San Francisco de Asís en medio de los lobos, un hombre que supo encontrar la grandeza en lo natural, retratado por una artista con un vínculo con la espiritualidad en términos amplios, donde lo sublime se mezcla con lo terrenal, la jauría de lobos frente al varón de lis, la lucha entre el bien y el mal.
Lo espiritual también es cotidiano y la mascarada es un reflejo de cómo interactuamos con iconos que podrían ser catalogados como malos o buenos, tal es el caso de Adrián Arguedas en su obra El Diablo soy yo, la calavera y el diablo juntos, representantes de la muerte, en este caso funcionan como elementos de fiesta y algarabía, “una invitación para que el ser humano se salga de la realidad social a efectuar una crítica desde afuera, mediante la utilización de un alter ego”[14]. Esa misma imagen del diablo es replanteada por José Montero como un ser humano arrepentido por el daño que ha hecho, dando un giro ecologista en su obra Río Rojo, el individuo sometiendo a la naturaleza de manera utilitaria propulsado por el interés político y económico, causando un daño irreversible que tarde o temprano cobrará su factura.
El conflicto también puede ser interno, tomar decisiones y dilucidar lo que es “correcto” puede ser difícil, Jesús Mejía logra transmitir esa sensación en Ora pro nobis, un individuo estigmatizado, llevado dramáticamente al límite de sus fuerzas, con la necesidad de ser aceptado, una imagen potente, delineada por el contraste de luces y el juego de texturas. Reina Mantis de Rudy Espinoza muestra con inquietud la imagen de una mujer comiendo sandía y el fondo una ominosa mantis. Cuando los esclavos del sur de Estados Unidos fueron liberados, se dedicaron a cultivar y vender sandías, por lo cual, el acto de comer sandía se convirtió en un símbolo de libertad, un paralelismo que da fuerza y una pista acerca de la personalidad de la protagonista.
Cuando ese ímpetu de lo espiritual rebasa lo sicológico, se convierte en trazo y es en ese punto Manuel Zumbado logra construir Chancho y poste (1993), llena de dinamismo, ímpetu y energía, una obra que va más allá de lo pictórico y representa una descarga sicológica en el lienzo.

Jesus Mejía, Ora pro nobis, oleo sobre tela, 2023
A modo de conclusión
Construir una Colección parece ser una tarea fácil, sin embargo, el construir una Colección con sentido puede resultar ser una tarea sumamente compleja. Niebla es una Colección construida alrededor de un concepto, sin limitaciones en cuanto a autores o técnicas pictóricas, no se trata de nombres, no se trata de los años dedicados al oficio, se trata de ideas, de cómo un artista es capaz de llenarnos de emociones, se trata de Arte. Integrar toda esa heterogeneidad bajo un concepto genera conflictos y sesgos que pueden resultar molestos para algunos lectores, sin embargo, esta es mi visión, mi propuesta, hay miles de lecturas y precisamente eso es el Arte, la capacidad de generar sentimientos, de generar ideas. Este texto no es un punto final, es un punto de partida, una invitación a profundizar, a estudiar, a conocer más a fondo a los artistas y al final, como ellos, lograr aportar una pequeña pieza a este gran rompecabezas que es la Cultura.
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Referencias
1 Cajiano, Francisco en www.eltiempo.com
2 Ponce, Juan Bernal. (1997). Angustias y sensaciones. En La Nación, Suplemento Viva, Crítica de Artes Plásticas: 8.
3 Danto, Arthur, El abuso de la belleza: la estética y el concepto de Arte, 2005, Ediciones Paidós.
4 Villamil Pineda, Miguel Ángel. (2009). Fenomenología de la mirada. Discusiones Filosóficas, 10(14), 97-118. Retrieved July 07, 2023, from http://www.scielo.org.co/scielo.php? script=sci_arttext&pid=S0124-61272009000100007&lng=en&tlng=es.
5 Chase, Alfonso. Jorge Gallardo: pintor de Dios y de su pueblo, La República, 14 de agosto de 1984.
6 Sáenz Shelby, Gabriela y Vindas Solano, Sofía, Horizonte Espinoso, Museo de Arte y Diseño Contemporáneo, Costa Rica, 2021.
7 Echeverría Loría, Arturo, Con la poesía y la pintura de Francisco Amighetti, en Brecha, Año 1, No. 10, 1957.
8 Solano, Andrea, Leonel González tras las huellas imperfectas: La marca del tiempo en la obra de Arte, en Tiempos del Mundo, 10 de junio, 2004.
9 Prieto, Emilia, Manuel Cano de Castro y su exposición de litografías originales y acuarelas en el Teatro Nacional, Repertorio Americano, agosto, 1948.
10 Naranjo, Carmen. Dinorah Bolandi: un caso extraordinario, Escena: Revista de las Artes, Vol. 10, Núm. 2 (1983).
11 https://concepto.de/sentido-de-pertenencia/#ixzz86qCCgVHh
12 Museo Arte Costarricense, 2021, publicación en Facebook sobre la obra Dibujo No. 8.
13 Delvo, Alberto en https://delfino.cr/2021/01/la-busqueda-de-un-ateo-por-vivir-espiritualmente
14 Umaña Salas, José Adrián, La mascarada: una tradición que no muere, en Campus, octubre, 2018.