
VI Parte - Tercera Etapa: Salones Anuales de Artes Plásticas 1987 a 1993
Autor(a): Alina González · Follow // Tiempo de lectura 25 min
Nota del editor: Para Masa Crítica es un honor publicar la investigación desarrollada por la artista y curadora Alina González desde el año 1993 hasta el año 2025. En el texto, que será publicado en cinco partes, se ofrece una visión crítica sobre el desarrollo de los Salones Nacionales y el contexto que rodeo ese momento histórico. Estamos seguros que esta información será de gran utilidad para académicos, estudiantes y para cualquiera que tenga interés en el Arte Costarricense. Cuando el ineludible compromiso de la confrontación se vuelve historia: Salones Naciones 1972 a 1993 |
Durante la administración de Óscar Arias Sánchez (1986-1990) se llevaron a cabo los Salones Nacionales de Artes Plásticas (1987-1989) “El tema de la paz se convirtió en la base de la política exterior del Gobierno de Óscar Arias Sánchez (1986-1990), el cual promovió un plan de pacificación que fue firmado por los cinco mandatarios del istmo. La iniciativa costarricense procuraba desactivar la presión de Washington para militarizar el país, y estimular el comercio del área. La oposición de la administración Regan, fue vana.” (Molina, I. Palmer, S. (2000), pp.104-105)
En 1986 no se llevaría a cabo ningún salón sino hasta 1987, en que al celebrar el Museo de Arte Costarricense sus 10 años, nuevamente retomaría la idea original de los salones que consistiría en organizarlos de manera bienal en sus diferentes especialidades a lo que se adjuntaría para cada salón el nombre de un maestro del arte costarricense. Así los Salones Nacionales de 1987, y de acuerdo con las bases el Salón Nacional de Pintura “Manuel de la Cruz González” se llevaría a cabo en la Galería Nacional de Arte Contemporáneo; el Salón Nacional de Escultura “Juan Manuel Sánchez” en el primer nivel de los Museos del Banco Central de Costa Rica; el Salón Nacional de Grabado “Francisco Amighetti” en la Galería Enrique Echandi; el Salón Nacional de Dibujo “Dinorah Bolandi” en la Galería del Banco Nacional de Costa Rica y el Salón de Fotografía “Manuel Gómez Miralles” en el Espacio Jorge Debravo.
Para el Salón Nacional de Pintura “Manuel de la Cruz González”, el jurado integrado por José Pedro Pico, Guy Lacroix y Dinorah Bolandi, el 19 de setiembre, y según el acta, decidiría otorgar el premio único de adquisición al “Cuadro No.3”, de Carmen Santos y dos menciones de honor a Rodrigo Brenes por “Ayer uno” y a Fabio Herrera por “La puerta y la luz”. Para el Salón Nacional de Escultura “Juan Manuel Sánchez” el jurado integrado por Floria Barrionuevo, Franz Beer y Eduardo Faith, decidiría otorgar el Primer Premio a la obra “Semilla” de Herberth Zamora. Además el jurado consideraría que: “(…) la escultura premiada se encuentra dentro de la tradición figurativa costarricense, presentando un tema relacionado con la tierra y la naturaleza.” “Dentro de la temática local se constituye en un aporte valioso, al integrar lenguajes plásticos que acercándose a la síntesis, conservan suficiente información figurativa para obtener una comunicación directa con el observador. Esta renovación de un tema conocido da a la pieza un carácter simbólico que magnifica el contenido. La resolución formal denota una gran autoexigencia, integra materiales diversos, constituyéndose dentro del ámbito nacional, en un aporte técnico experimental que lleva a resultados positivos.” (Catálogo. (1987). Salón de Escultura “Juan Manuel Sánchez”)

Herbetth Zamora, Semilla, escultura en madera
Para el Salón Nacional de Grabado “Francisco Amighetti”, el jurado integrado por Anita Jöraholmen Mariani, Juan Luis Rodríguez Sibaja y Álvaro Bracci Ramelli, decidiría otorgar por unanimidad el premio a la obra “La última escena” de Rudy Espinoza. En el respectivo catálogo y a diferencia de los otros salones, no se publicaría ningún comentario respecto al premio más que la mención del grabador y su obra. Para el Salón Nacional de Dibujo “Dinorah Bolandi” el jurado integrado por Carlos Guillermo Montero Picado, Elizabeth baquero Segura y Virginia Pérez-Ratton decidiría otorgar por unanimidad el primer premio al artista Rudy Espinoza por el conjunto de la serie “En cautiverio”, “Imagen vulnerable, “Desdoblamiento” (Premio de adquisición) y “La muerte del protector” y una Mención Honorífica a Raquel Villarreal por su obra “Vibración”. El jurado consideraría que: “Dicha obra logra armoniosa relación entre forma y contenido. El dibujo sirve a una concepción temática que se caracteriza por su unidad. Esta dimensión humana y crítica de espacio e iconografía simbólica, está apoyada en una noción técnica particularmente interesada en la experimentación espacial de los valores positivos y negativos.” (Catálogo. (1987). Salón de Escultura “Juan Manuel Sánchez”)
Para el Salón de Fotografía “Manuel Gómez Miralles” el jurado integrado por Adrián Valenciano, Daniel Nierman y Milton Colindres decidiría otorgar por unanimidad el Premio único a Giorgi Timms por la obra “Alajuela 1986” y tres Menciones de Honor a Victoria Carboni por “Retrato”; Ana Beatriz Villalobos por “Gotto” y a Carlos Manuel Uribe por Gambas I”. No obstante, al abrirse la nueva convocatoria para 1989, las diferentes especialidades no sólo conservarían el nombre de los artistas “maestros” a quienes fueron dedicados a partir de 1987 al igual que para 1991 y para 1993, sino a partir de ese año (1989) la sede sería el MAC.
El crítico y filósofo Álvaro Zamora escribiría al respecto: “Los salones de este año, ofrecen sorpresas. El de grabado es un buen ejemplo: la mayoría de las obras son de buen cuño y el aguafuerte premiado es exqusito, tanto por el dominio como por la realización conceptual de su tema. El Salón de Dibujo está lleno de exorcismos, de esfuerzos por superas las concepciones tardías y preciosismos inútiles. Los fotógrafos demuestran, en su exposición, un empeño sistemático por atravesar la realidad de sentido estético, por dar magia a su realismo y triturar las sospechas de inconsecuencia que han sido vertidas sobre su arte.
En pintura y escultura, las artes han sido cultivadas con mayor ahínco en Costa Rica, las exposiciones son menos felices. Cuando se visita la sala de los no escogidos, se descubre que el jurado seleccionó, para exhibir en el Salón de Pintura, los mejores trabajos que les fueron remitidos. Y. aunque la adjudicación del premio puede cuestionarse (sobre todo por la inconsistencia del proyecto estético que supone), lo cierto es nuestros pintores (con alguna excepción que, por supuesto, confirma la regla) deben preocuparse por reivindicar los poderes de su arte. En escultura, donde se rechazaron treinta y tres piezas de las cincuenta presentadas, la calidad de las obras escogidas es desigual. En algunos casos parece que el jurado quiso reconocer el trabajo artesanal y el epígrafe obvio.
Por las mismas características de los salones, las muestras consideradas permiten sólo una visión parcial de la labor de sus creadores. Así que el espectador tiene derecho a reclamarles exposiciones individuales, de llamarlos a defender, públicamente, la misión de su trabajo. No obstante, sí lo que se reclama es una ponderación general, hay que decir que la pintura requiere mayor oficio; al menos ese, que se muestra en los predios de las otras artes.” (Zamora, A. (1987). Los Salones Nacionales. Crítica de artes plásticas.)
En el Museo de Arte Costarricense, en San José de Costa Rica, se reunió los días 11, 12, y 13 de noviembre de 1989, el Jurado de los Salones Nacionales de 1989, compuesto por Roberto Cabrera Padilla, de Guatemala, Carlos Jiménez, de España, Jorge Alberto Manrique, de México, Federico de Morais, de Brasil y Susana Sulic, de Argentina. El jurado consideraría de acuerdo con las bases respectivas, ochenta obras enviadas al Salón de Dibujo, correspondientes a cuarenta artistas; cincuenta y nueve obras enviadas al Salón de Grabado correspondientes a veinticinco artistas; ciento cuarenta y nueve obras enviadas al Salón de Fotografía correspondientes a treinta y ocho artistas; cuarenta siete esculturas enviadas el Salón de Escultura correspondientes a veinticinco artistas y doscientas sesenta y cuatro obras enviadas al Salón de Pintura, correspondientes a veinticinco artistas. Después de observar, analizar, discutir entre sí reservada y libremente y votar, el jurado hizo selección para los Salones que comprende veinticuatro obras en dibujo, de trece artistas; veinticinco obras en grabado de doce artistas; cuarenta y ocho fotografías de dieciseis artistas; quince esculturas de ocho artistas y setenta y un pinturas de cuarenta artistas. La velación oficial de las obras y artistas seleccionados se anexa a esta.
Para el Salón Nacional de Pintura “Manuel de la Cruz González”, el jurado decidió otorgar los premios previstos de la siguiente manera: Premio de adquisición del Salón Nacional de Pintura “Manuel de la Cruz González” otorgado por mayoría de votos, consistente en una medalla de oro, pergamino y ciento cincuenta mil colones (C 150.000,oo) proporcionado por Líneas Aéreas Costarricenses, S.A. (LACSA), a la obra “Sólido urbano, pintura de aceite y acrílico, ensambles sobre panel de Walter Hidalgo y cuatro menciones de Honor a Carolina Jiménez por “El pájaro de la luna”; a José Miguel Rojas (hoy conocida como Alina González) por “Ensayando la muerte II”; a Jorge Carvajal por “Las melcochas de María” y a Pedro Arrieta por “Recuerdos en la memoria”.
Para el Salón Nacional de Escultura “Juan Manuel Sánchez”, el jurado decidiría otorgar los premios previstos de la manera siguiente: Premio de adquisición del Salón Nacional de Escultura “Juan Manuel Sánchez”, consistente en medalla de oro, pergamino y doscientos cincuenta mil colones (C 250.000,oo) sujeto a que se convenga entre ambas partes, proporcionado por el Banco Hipotecario de la Vivienda, otorgado por unanimidad a la obra “Orfeo”, talla en madera y lápiz de 60 x 96 cms. de la artista Marisel Jiménez.
Para el Salón Nacional de Grabado “Francisco Amighetti”, el jurado decidiría otorgar el Premio único a la obra En la costa” del artista Crisanto Badilla, además de dos menciones de Honor a Alejandro Villalobos por “Un santo” y a Mercedes Fontana por “La familia de Paola”.
Para el Salón Nacional de Dibujo “Dinorah Bolandi”, el jurado decidiría otorgar los premios previstos de la siguiente manera: Premio de adquisición consistente em medalla de oro y pergamino y cincuenta mil colones (C 50.000,oo colones) proporcionados por el Museo de Arte Costarricense, otorgados por unanimidad a la obra “Dibujo Miracles IV”, grafito en polvo, soldadura líquida, betún en pasta para cocina de 80 x 105 cms. de Jorge Valverde Cerdas y dos Menciones de Honor a Fabio Herrera por “Vértigo” y a Ana Isabel Martén por “Existe algo entre nosotros”.
Para el Salón Nacional de Fotografía “Manuel Gómez Miralles”, el jurado decidiría otorgar los premios previstos de la manera siguiente: Premio de adquisición del Salón Nacional de Fotografía “Manuel Gómez Miralles” consistente en una medalla de oro, un pergamino y cincuenta mil colones (C 50.000,oo) proporcionados por el periódico La nación, otorgado por unanimidad a tres de la Serie: Los Santos, goma bicromatada de Victoria Cabezas y dos menciones de honor a Giorgio Timms por “Sin título” y a Teresita Chavarría por “Matute”.
Durante la administración de Rafael Ángel Calderón Fournier (1990-1994) se llevaron a cabo los Salones Nacionales de Artes Plásticas (1991-1993) “El Gobierno de Rafael Ángel Calderón Fournier (1990-1994) inauguró la llamada “terapia de shock”.
Lo que se logró fue impresionante; un gasto declinante en educación y salud y en subsidios a los productos básicos. (…) La clase media se empobreció, los pobres cayeron en la indigencia y creció el sector informal (vendedores callejeros y otros). La extrema pobreza subió casi un 50 por ciento de 1987 a 1991 (en este último año 400.000 personas fueron clasificadas en tal condición) reaparecieron enfermedades ya erradicadas y se elevó la deserción escolar. El salario real, ya deteriorado, lo fue todavía más por un alza dramática en los impuestos y de la renta.” (Molina, I. Palmer, S. (2000), pp.110-111)
Los Salones Nacionales de Artes Plásticas (1991) estuvieron constituidos de la siguiente manera: el Salón Nacional de Pintura “Manuel de la Cruz González”, estaría integrado por los pintores Rafael Ángel García, Ricardo Ulloa Barrenechea y Harold Fonseca quienes después de un análisis de 269 obras, acodarían otorgar el Premio único a la obra “Composición con cilindros” del pintor Gerardo Ramírez y una Mención de Honor a Álvaro Bracci por “El Cristo”. El jurado calificador tomaría en consideración el carácter constructivo de la composición, la manifestación de tensiones dinámicas a través de la forma; la sobriedad armoniosa del colorido; la unidad en el tratamiento de las superficies y la audacia en la riqueza imaginativa.
Para el Salón Nacional de Escultura “Juan Manuel Sánchez”, el jurado constituido por el arquitecto Roberto Villalobos y los e4scultores Néstor Zeledón Guzmán y Gerardo Martí acordaría que el Salón Nacional presentaría un conjunto significativo de obras dignas y reveladoras del consciente trabajo que los escultores han realizado dieciocho y fueron sometidas a consideración final cuatro trabajos que destacaron dentro del conjunto. El jurado decidiría por tanto, otorgar, por unanimidad, el premio único al Salón Nacional de Escultura, 1991, la obra denominada “Clásico y moderno”, talla directa en granito creada por el escultor Domingo Ramos Araya, fundamentalmente y por las siguientes razones: La obra presenta una acabada unidad formal y compositiva en la que destacan marcados contrastes de textura, alcanzados con dominio y maestría que acusan las características esenciales del material. Dentro de una gran simplicidad geométrica el escultor ha sido capaz de aprisionar la poética complejidad del encuentro de planos en las transiciones inusitadas de vacíos y volúmenes. Además, otorgarían tres Menciones de Honor a Guillermo Hernández por Cornista”; Esteban Coto por “Encuentro” y a Leda Astorga por “La fiesta de sus quince años”.
Para el Salón Nacional de Grabado “Francisco Amighetti”, (1991) el jurado reunido en el Museo de Arte Costarricense el día viernes 18 de octubre de 1991, decidiría otorgar el Primer premio al artista Adrián Arguedas por su grabado “La visita” y tres Menciones de Honor a Hernán Arévalo por “Visión II”, a Alberto Murillo por “Julia” y a Mercedes Fontana por “El cuarto de la casa embrujada”. Este jurado consideró lo siguiente: El conjunto de los trabajos en grabado presentados no fue en principio lo que esperábamos; encontramos sin embargo, dentro de la participación examinada y discutida, contemplar que el primer premio debió ser compartido entre los artistas Alberto Murillo y Adrián Arguedas, no obstante, el análisis de cada uno de ellos favoreció con el primer premio al grabado de Arguedas.

Adrian Aguedas, La visita, grabado, 1991
Para el Salón Nacional de Dibujo “Dinorah Bolandi”, el jurado calificador reunido en el Museo de Arte Costarricense, el sábado 19 de octubre de 1991, llegaría al siguiente acuerdo: Declarar desierto el premio del Salón de Dibujo, considerando que ninguna de las obras presentadas reúne la calidad en cuanto a técnica y contenido, que la haga merecedor4a de esta distinción. Para el Salón Nacional de Fotografía “Manuel Gómez Miralles”, el jurado integrado por Adrián Valenciao Álvarez, Antonio Yglesias Vargas y Mario Fernández Silva, luego de un atento examen y apreciación de las obras presentadas por unanimidad, decidiría otorgar el Primer Premio a la obra de Carlo Jinesta Urbini, “Receso de señoras” y como adquisición “Receso IV”. Además de otorgar tres Menciones de Honor a Pietro Stagno Ugarte por “París, músico y paloma”; a Giorgio Timms por “II Movimiento 4” y a Edgar Ovares por Serie: El murmullo del silencio”.
Para los Salones Nacionales de Artes Plásticas (1993), el jurado estaría constituido para las disciplinas (pintura, escultura, dibujo y grabado) por: Álvaro Bracci, Eduardo Faith, Efraim Hernández, Juan Carlos Pereda y Virginia Vargas, mientras que para el Salón de Fotografía por Victoria Cabezas, Mario Fernández Silva y Antonio Yglesias. Reunidos en las instalaciones del Museo de Arte Costarricense, dictaminaría lo siguiente: Luego de haber estudiado con detenimiento las 731 obras presentadas al concurso se determina dejar en exhibición un total de 164: 18 dibujos, 26 grabados, 28 pinturas uy 12 esculturas. De acuerdo con lo estipulado en las bases de los Salones Nacionales 1993, acordaría: Primero: Otorgar por unanimidad el premio único de grabado, que consiste en una medalla de oro, un pergamino y un premio de adquisición de C 90.000,oo colones al conjunto de la obra presentada por el artista Adrián Arguedas Ruano por las siguientes razones: El artista refleja una amplia cultura visual por medio del lenguaje propio de gran calidad. La atmósfera en la que se desenvuelven los personajes que habitan su obra, referencian una visión crítica del entorno. El dominio técnico es excepcional. Segundo: Otorgar por unanimidad el premio único en dibujo, que consiste en una medalla de oro, un pergamino y un premio de adquisición de C 90.000,oo colones al conjunto presentado por el artistas Gustavo Araya Calvo, por las siguientes razones: Su poética de gran poder evocativo nos invita a recorrer un mundo onírico de amplios espacios poblados de fantasía. La ejecución es minuciosa y refleja un gran dominio de la técnica. Además de otorgar tres Menciones de Honor a Adrián Arguedas por “Mujer herida”, a Alonso Merino por “Mediodía en la Avenida” y Edgar León por Entre la luna y los sueños”. Tercero: Otorgar por mayoría el premio único de pintura, que consiste en una medalla de oro, un pergamino y un premio de adquisición de C 3000.000,oo colones al conjunto de la obra presentada por el artista Manuel Zumbado Retana por las siguientes razones: La obra posee gran fuerza expresiva, un contenido intenso y actual que manifiesta una abierta crítica social, irónica y terrible, que se cifra en lo gestual de la pincelada. La coherencia entre el concepto y el medio expresivo alcanza una madurez del lenguaje plástico que derivado del neoexpresionismo alemán adquiere una individualización icónica rigurosamente personal del artista. El señor Ávaro Bracci Ramelli, miembro del jurado, salva su voto en la premiación y en la selección de las obras que serán exhibidas en este salón manifiesta su criterio de declarar desierto el premio de pintura. Cuarto: Otorgar por unanimidad el premio único de escultura, que consiste en una medalla de oro, un pergamino y un premio de adquisición de C 600.000,oo colones a la obra “Entre dos líneas ligeramente curvas” del artista Herbert Zamora Rodríguez, por las siguientes razones: La obra conjuga la nobleza de los materiales con la armonía de las formas. El movimiento de cada una de las piezas determinas un dinámico juego espacial del que surge una liberación de energía. Provoca la idea de un micro o macrocosmos que conlleva a la reflexión estética. (Catálogo, 1993, Salones Nacionales, 1993).

Manuel Zumbado, Huele a hermano, 1993
Respecto a los Salones Nacionales de 1993, la entonces directora del Museo de Arte Costarricense Rocío Fernández argumentó ante la ausencia de varios artistas. Mientras el historiador de arte y jurado en esta ocasión Efraím Hernández al respecto comentó: El museo ofrece espacio y un jurado solvente. El resto depende de la comunidad artística, que decide si poblar o no estos espacios.
Al final, los consultados (miembros del jurado) coincidieron en que los Salones Nacionales juegan un papel determinante en el desarrollo de la plástica nacional, porque permiten confrontar propuestas, orientar generaciones y abrir las puertas a los jóvenes valores.” (Maribel Quirós, 1993, Salones de protagonistas.)
A modo de conclusión
Haciendo un recuento a grosso modo de los Salones Nacionales, estos se concibieron desde un principio bajo el concepto excluyente de las “Bellas Artes” en donde se privilegia como “Arte” solo a la pintura y la escultura, dejando de lado otras artes. Posteriormente habrían de ser incluidas las Artes Gráficas y la Fotografía, pero aun así, no otras.
¿Tendrá esto que ver con el género? ¿Han ocupado las mujeres el mismo espacio dentro del Arte que los hombres desde siempre? Para Linda Nochlin: “La presencia femenina en el campo de las artes decorativas, y más concretamente, de las relacionadas con lo textil -el tejido, el bordado, la costura- es de larga tradición. De hecho; las mujeres, han seguido haciendo aportaciones en este campo durante los siglos XIX y XX (…) ¿Se ha desviado a las mujeres hacia las llamadas artes menores o decorativas simplemente porque se las consideraba menos exigentes y sin duda eran menos prestigiosas?” (Nochlin, L. Mujeres artistas. Ensayos de Linda Nochlin, p.131)
Si hemos considerado como punto de partida la I Bienal Centroamericana de Pintura (1971), es porque con el pasar del tiempo, este evento no significó un accidente, sino que a partir de este hecho, el arte costarricense dio paso a una nueva estética. En otras palabras: 1) La abstracción de corte informalista, expresionismo abstracto o abstracto geométrico cedió el campo a una figuración de fuerte acento expresionista, Con ello y contrario a los grandes formatos, el automatismo y gestual de la pintura y a las grandes manchas de color, se va a volver a los pequeños y medianos formatos, privilegiando así, al papel como soporte y a las técnicas del dibujo y el grabado, las cuales, irían más acorde con esa búsqueda opresiva y angustiosa del alma. 2) La pintura se apartó de su carácter abstracto -no representativo del mundo- para dar paso a un universo, si bien, no necesariamente plegado a una realidad violenta a un mundo personal e intimista – el caso de José Luis Cuevas-, que desembocaría en una estética caracterizada por “lo grotesco” Así encontramos que, junto a un consagrado Francisco Amighetti -grabador en madera- e invitado en el Salón de Honor en la I Bienal Centroamericana de Pintura (19871), se unirían por otras vías, Juan Luis Rodríguez como grabador en metal- y residente por más de quince años en París, Carlo Poveda con sus “homúnculos” e invitado por el Grupo Ocho y luego, vinculado a la OEA en Washington, así como a Carlos Barboza y Claudio Carazo. En segundo orden, los seguirían, un temprano Otto Apuy, con sus dibujos de 1973 y quien revelara su directa influencia del guatemalteco Arnoldo Ramírez Amaya; también Raquel Villerreal, Grace Blanco; los integrantes de Clima Natal: Fernando Carbballo, Fernando Castro y Rolando Faba y finalmente Rudy Espinoza y Ana Griselda Hine como herederos de Juan Luis Rodríguez y primeros graduados del Taller de Grabado de la Universidad de Costa Rica. Toda esta generación de artistas se prolongaría con mayor fuerza y se consagraría en la década del ochenta para luego dar paso, a una nueva generación en los noventas, representada por Alberto Murillo, Rolando Garita y Adrián Arguedas, los tres xilógrafos junto a un minucioso, sutil e irónico Gustavo Araya.

Rudy Espinoza, La ultima cena, grabado
Los Salones Nacionales nos ofrecen en las diferentes disciplinas y a través de los premios, una visión global del gusto a lo largo de dos décadas. En la década del setenta en pintura, Lola Fernández con su “RelieveNo.1” y premio en el Salón de 1973, extiende hasta sus últimas consecuencias su búsqueda dentro de la abstracción, para luego, en 1977 en el 6 Salón Anual reaparecer dentro de la figuración con su serie “Arquetipos”. En el 5 Salón (1976) y el & Salón (1977) aparecería con fuerza la obra hiperreal de Gonzalo Morales Sáurez con “Cajones de basura” y “Chaqueta de cuero”. Y en el 7 Salón Anual (1978) se otorgaría el primer premio a Rafael Ottón Solis con su obra de corte informalista “Al norte con Nicaragua”. A pesar de no volver a pariciar en estos salones, Solís se consagraría en 1985 con su muestra “Corpus Christi Amércia Latina” y en la actualidad, en los noventas, entraría a jugar un papel determinante como instalador y dentro de las propuestas del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC). De 1979 a 1985, los Salones se minimizan. Solo ocurren dos en el área de la acuarela otorgada a Ana Griselda Hine y a Fabio Herrera, Sin embargo, de 1987 a 1993, hay en la pintura, un fuerte acento expresionista con Carmen Santos; recurso del chorreo, la mancha y lo gestual (Walter Hidalgo, Manuel Zumbado). La excepción será la obra de Gerardo Ramírez, dentro de la pintura abstracta con un uso de planos y formas geométricas.
En escultura, Olger Villegas en el 4 Salón (1975); Crisanto Badilla en el 6 Salón (1977) y José Sancho en el 7 Salón (1978) con un lenguaje sólido dominarían esta primera etapa de los salones. Para José Sancho -que se iniciaba en la escultura- sería la puerta hacia una escultura estilizada con un fuerte énfasis en la animalística. Luego, lo veríamos -ya más consolidado-, volver a obtener el premio en el Salón Extraordinario de Escultura (1983) con su pieza “Armadillo”. De 1987 a 1993, hay en la escultura una renovación con el aporte de Herberth Zamora, ganador en las ediciones de 1987 con su obra “Semilla” y en 1993 con “Entre dos líneas ligeramente curvas”, una escultura en técnica mixta (madera-hierro). Al igual que en pintura, en la edición de 1991, se cae una escultura de corte tradicional al otorgarle el premio a Domingo Ramos por su obra “Clásico moderno”. Sin embargo, con Marisel Jiménez, al ganar el Salón, 1989 con “Orfeo”, no solo alcanzó darle a la escultura nacional otro nivel de calidad, sino que llegó a plantear una propuesta más allá de los limitados cánones del arte convencional. En 1994, Marisel Jiménez ganaría el premio en la Bienal de Escultura auspiciada por la Cervecería Costarricense y al igual que. Con Ottón Solís, se convertiría en otra de las artistas instaladoras favorecidas por el MADC. En el campo del grabado, coyunturalmente provocado por el fenómeno de la I Bienal Centroamericana de Pintura (1971), se le otorga el primer premio a Francisco Amighetti por su notable grabado “La Cruz”, en el 1 Salón (1972) lo ganaría Carlos Barboza con el aguafuerte “A” (1971) y en 1975 y 1976 lxs dos grabadores, Ana Griselda Hine y Rudy Espinoza. Y en 1980 y 1985 ambos vuelven a repetir el éxito. Solo en la década del noventa (1991-1993) aparecería retomando la antigua técnica del grabado en madera (xilografía) Adrían Arguedas liderando los primeros lugares y planteando con sus series “Imágenes memorables” un lenguaje más acorde a la “contemporaneidad” y a la sensibilidad de los noventas. En el fotografía, es prácticamente con los salones a partir de 1987 a 1993, en que realmente cobra mayor relevancia con la fuerte presencia de Giorgio Timms (Premio Salón de Fotografía, 1987), Victoria Cabeza Green con su serie Los Santos (Premio Salón de Fotografía, 1989) haciendo uso de la goma bicromatada a través de la cual, llega a lograr un trabajo impecable y unas imágenes inmemoriales; luego, Carlos Jinesta (Salón de Fotografía, 1991) por su serie Receso de señoras”, una secuencia de imágenes donde se percibe un cierto suspenso. Lamentablemente, esta secuencia de premios no se logra en el último salón (1993) con la fotógrafa Xiomara Cervantes por su imagen ”Renato dormido” que no supera cierto candor.

Rudy Espinoza, Imagen vulnerable, carboncillo, 1988
Paralelamente a estos salones y en lo que respecta a las décadas del ochenta y noventa, observamos la presencia de dos importantes eventos promovidos por la empresa privada. La Bienal de Pintura de la Corporación Lachner & Sáenz (L&S) llevada a cabo de manera ininterrumpida desde 1984 a 1993 y posteriormente la Bienal de Escultura, auspiciada por la Cervecería Costa Rica a partir de 1994 a 1997. Es de resaltar ambos certámenes respaldados por un jurado internacional a diferencia de los Salones Nacionales organizados por el Estado, con excepción de los Salones de1989. Así se observa que para lxs artistas jóvenes, la aparición de estos eventos auspiciados por la empresa privada y dentro de la política de ajuste estructural, se convertirían en un importante proyecto como forma de proyección y estímulo en detrimento de los Salones Nacionales. Con la Bienal de Pintura L&S se mantuvo una línea conservadora. Con excepción de la última (1993), mientras que la Cervecería en escultura y ya entrada en la década de los noventa, y contando con la presencia del MADC liderado por Vriginia Pérez-Ratton, las propuestas de alguna manera llegarían a favorecer “lo contemporáneo”, en detrimento de lo tradicional. Así, esta bienal privilegiaría un tipo de escultura o propuesta que haría uso de los materiales no de forma convencional, ni en su concepto (escultura-pedestal), ni en su tratamiento (texturas-pulimento). Serían propuestas que obligatoriamente habría que aplicar otros criterios para juzgarlas a diferencia de la escultura tradicional, ya que en todas priva un concepto en donde el espacio juega un papel preponderante. Cuando los Salones Anuales en los setenta se crearon, eran prácticamente las únicas confrontaciones que existían en el medio. En las décadas del ochenta y noventa, frente a la creación de otras confrontaciones a nivel nacional (L&S y la Cervecería) junto a la creación del MADC (1993) con sus propuestas con un fuerte acento en lo conceptual, obligaría a replantear las bases de los Salones de llevarse a cabo en un futuro. Al parecer, se volverían a retomar a partir del año 2017.
Referencias
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6. Anónimo. (1978). Solo ganadores en “salón” anual de artes las plásticas. La Nación, noviembre de 1978.
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8. Anónimo. (1979). Seleccionados ganadores “salón” de artes plásticas. La Nación. Martes 4 de diciembre, 1979, p.8A.
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11. Cajas, R. (1977). Cuestiones formales en el quinto salón. (Última entrega). La Prensa Libre, 3 de enero de 1977.
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17. Catálogo. (1987). Salón de Escultura “Juan Manuel Sánchez (Según el texto, la cita obedece a un catálogo de 1987 y no 1983 como aparece anotado en la bibliografía del Catálogo Salones Nacionales de Artes Plástica (1972-1993)
18. Catálogo. (1993). Salones Nacionales 1993. Museo de Arte Costarricense.
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Alina González Artista visual, curadora e investigadora en arte |