Una visión alternativa del paisaje

Una visión alternativa del paisaje

…a propósito de Paisajes Diversos en el MAC

Autor: José Ortiz Follow // Tiempo de lectura 9 min 

 

Paisajes Diversos curada por Eugenia Zavaleta en el Museo de Arte Costarricense es una exposición imperdible. Obras de Emilio Span, Povedano, Ezequiel Jiménez, Teorico Quirós, Manuel de la Cruz González y algunos otros que nos muestran una Costa Rica muy diferente a la que vivimos hoy. Es una exposición extensa y valiosa en cuanto a la selección de las obras. Sin embargo, en medio de tanta pieza icónica no podía sacar de mi mente la idea del pintor enfrentádose a la grandeza de la naturaleza, en condiciones talvez no óptimas para el desarrollo del oficio de pintor, capturando una imagen, un momento, una luz… una serie de detalles que hicieron que ese preciso momento fuese elegido por el artista para capturarlo para siempre en un lienzo. Qué ideas pasaban en ese momento por su cabeza, como su contexto y su forma de pensar influyeron para que esa montaña, ese árbol o aquel atardecer tuviesen un significado. Desde ese punto de vista, es claro que el lienzo no guarda solamente una imagen de la naturaleza, sino también todos los jucios y criterios de su autor: desde lo más humano, como la poesía, hasta los aspectos más crudos y terranales como la deforestación y el cambio climático. El paisaje ya no es una simple reproducción de la naturaleza y podría, más bien, interpretarse como una especie de autorretrato de su autor. 

Teodorico Quirós, Paisaje, 1935

Irremediablemente, al pintar un paisaje nos estamos pintando a nosotros mismos. El significado que ese momento tiene para el artista no va a ser replicado por algún otro artista que decida pintar justo al lado. Su significado no yace fuera de nosotros, en la configuración de árboles, matorrales, lagos, montañas y cielos nubosos, sino dentro de nosotros. Nosotros somos el paisaje.

Para la historiadora del arte y periodista Anatxu Zabalbeascoa, es imposible representar un lugar sin quedar retratado, sin dejar huella de lo que el artista siente cuando lo hace y del contexto histórico y cultural en el que está inserto. En este sentido se expresa Javier Maderuelo cuando dice que cada uno “escoge” o “selecciona” aquellos paisajes que se parecen más al propio modo de ser, de estar o de buscar la felicidad.

A inicios del siglo XX, los artistas adoptan el paisaje como tema predilecto, influenciados por la corriente nacionalista y latinoamericanista que recorría América Latina, hay un interés por el tema nacional, por lo autóctono. Poco a poco se va construyendo una visión idílica, consolidada por los pintores influenciados por las vanguardias. Para la historiadora Eugenia Zavaleta, “las nociones estéticas ampliaron las posibilidades plásticas de los artistas…. el “descubrimiento” de la luz permitió percibir su intensidad tropical”.

Con esto en mente, es interesante imaginar lo que ocurría cuando Ezequiel Jiménez y Emil Span salían a recorrer Costa Rica para capturar en sus lienzos una parte de su riqueza natural. La misma Eugenia Zavaleta, en alguna entrevista hacía notar que los paisajes de Span tienen espacios inundados de luz, sobre todo los de la costa pacífica, muy diferentes de sus retratos, orquídeas y cuadros alegóricos, más  ceñidos a la tradición académica europea. Span disfrutaba de salir y pintar rincones casi inaccebles en ese entonces, como Tortuguero, el Golfo Dulce o Carrillo. En obras como Paisaje (1910), queda plasmada la admiración de Span por la grandeza del bosque. La figura de la mujer no es más que un recurso para enfatizar la magnitud de la selva que atrapa casi la totalidad del lienzo. Hay esbozos de un estilo impresionista pero que no llega a desligarse de su estilo académico. Para el investigador y artista Luis Moralegui “a diferencia de Echandi o Ezequiel, Span logró captar con fidelidad la luz del trópico, pareciera que su ojo europeo cayó rendido, como pasó con Gauguin, ante esas sombras magentas, moradas y violetas que se contrastan con la luz amarilla tropical.

Emil Span, Escena campesina, 1910

Hay que recordar que la luz en el norte de Europa es más fría y no genera tantas tonalidades en sus sombras. Además, su mirada científica lo llevó a detallar con vista de águila elementos propios de la naturaleza que pasaron desapercibidos ante los otros académicos”. Por otra parte, Ezequiel Jiménez, un personaje que gustaba de la caricatura, cercano a la montaña, a su luz y a sus habitantes abordaba el paisaje de manera más lúdica, dánde una imagen y movimiento al viento, al agua e incluso a las piedras. En sus paisajes se ve su sencillez, su transpararencia y lo bien que se siente en el campo. Había tenido como compañero a Enrique Echandi cuando recibió clases con Henry Etheridge, tenía conocimientos del arte académico y recibía regularmente reproducciones de arte europeo que le envíaba su hermano gemelo que vivía en París, sin embargo, en sus trabajos se ve una soltura que dista del canon académico de esos tiempos. No solamente hay contemplación, también se percibe una lectura poética del paisaje. La hierba se acuesta con el viento, mientras las aves levantan vuelo en medio del torbellino (Valle de los conejos, 1925).

Ezequiel Jiménez, El valle de los conejos, 1925

Otros artistas no tenían la misma afinidad por la naturaleza o al menos así lo hacían ver. En los paisajes de Enrique Echandi se nota su rigor académico, un apego a la verdad, a la imagen real. Incluso Roberto Brenes Mesén hace pública su opinión, exaltando la obra de Echandi por encima de los que utilizan la “mancha” en la pintura como recurso para sus trabajos. No se aprecia en sus paisajes la profundidad conceptual que brota del análsis de sus retratos.

Algo similar podríamos decir de los paisajes de Povedano, que llevan la rigurosidad académica al punto de que su obra luce como un montaje teatral. La naturaleza perfecta con personajes que asumen poses que parecen más salidas de una zarzuela que de la zona rural de nuestro país.

Tomás Povedano, Domingueando, 1910

Por otra parte, Bierig, a pesar de que utiliza una técnica más impresionista, no logra capturar la luz que cobija nuestro paisaje, hay formas, hay pinceladas que semejan plantas, pero no se logra apreciar una conexión entre el artista y su entorno, se marca una distancia.

Llegamos así a la obra de Manuel de la Cruz González. En su paisaje se aprecia su interés por la luz y el color, su paisaje es una interpretación de las formas y se nota el deseo de experimentar, de explorar un nuevo estilo. Inquieto, curioso y convencido de que “el arte no se puede detener, y si se detiene, se hace academia y muere”. Su paisaje es interpretación. No es coincidencia que la obra de Manuel se exponga al dado de la Teodorico Quirós. De regreso de su formación en los Estados Unidos en 1921, Teodorico no trata de deslumbrar con vanguardias, directamente se dedica a capturar el paisaje campesino de la meseta central y en particular del objeto arquitéctonico por excelencia: la casa de adobes. Quico consolida un culto fiel y sin estridencias, su obra transpira optimismo y vitalidad.

Manuel de la Cruz González, Paisaje, 1935

Para finalizar, un artista que creó una imagen que quedaría grabada en el imaginario del costarricense: Fausto Pacheco. Su trabajo como fotógrafo de prensa agudizó su talento para la composición y con el tiempo desarrolló un manejo maravilloso del color. Descubrió la belleza del paisaje de la meseta central junto con Quico Quirós y Ezequiel Jiménez y juntos construyeron la imagen de aquella Costa Rica con la casita de adobe y sus exhuberantes montañas. Más que pintar el paisaje, Fausto pintó la luz, encontrando una fórmula que resonaría en el imaginario de cada habitante de este país.

Paisaje, Fausto Pacheco, sin fecha

El paisaje, lejos de ser una simple representación de la naturaleza, es un testimonio de la mirada del artista, de su lucha interna, de sus anhelos y sus sombras. En cada trazo y color, se esconde un diálogo silencioso entre el creador y su tiempo, entre su identidad y el mundo que lo rodea. Paisajes Diversos no es solo una muestra de talento y técnica, sino un eco de la historia, un reflejo de una Costa Rica que existió y que, a través de estas obras, se resiste a desvanecerse. Porque el paisaje no es solo lo que vemos, es lo que sentimos, lo que recordamos y lo que tememos perder.

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Referencias

Zabalbeascoa, Aratxu, Hacia y desde el paisaje

Zavaleta, Ochoa Eugenia, Paisajes diversos, Museo de Arte Costarricense, 2024.
  
Zavaleta Ochoa, Eugenia, Exposiciones de las artes plásticas en Costa Rica (1928-1937), 2004.

Llosent, Mario, Ezequiel Jiménez Rojas. Pintor paisajista costarricense (1869-1957). Su redescubrimiento 

Echeverría, Carlos Francisco, Teodorico Quirós, Posdata, 17 de setiembre, 1977.

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