Te Odio: Pulso al poder
Autor(a): Luis Fernando Quirós Valverde · Follow // Tiempo de lectura 7 min
Esta reflexión acerca del eterno equilibrio observa la paradoja entre las emociones como el odio, tanto como el mismo amor, que en la filosofía oriental la representa el Ying Yang, son tácticas de lo (dis)continuo y una especia de refriega ambivalente que atañe a dos personas que se sienten uno al otro, pero también se adversan y miran desde posiciones opuestas. Lo mismo ocurre entre dos naciones, dos contrincantes que corren tras el balón para demostrar quién sostiene el poder, y en ese trance el pecho (lo emocional o la unción sacra) tanto como la razón palpitan hasta tocar los bordes por donde fluyen.

Vicisitudes de la reyerta
Sólo las apaga cuando el amor cede al odio o viceversa, y ocurre cuando nos miramos a los ojos evocando que tenemos un cuerpo, una posición y condición social y/o o política. Entonces, desde esta visualización que se propaga como el fuego en el discurso de la muestra “Te Odio”, ese pulso suele ser un verdadero campo de batalla.
Odio y violencia actual
Los curadores de esta muestra José Castillo y Ricardo Ramón Jarne, propuesta en las salas del Centro Cultural de España, Rotonda del Farolito, San José, aprecian: “casi sin percatarnos, hemos pasado paulatinamente de la sociedad del bienestar a la sociedad del odio.” Y lo remarcan precisamente con la frase del subtítulo que en mi caso personal me deja patidifuso, como nadar a contracorriente en el fondo de la incertidumbre, provocandome una lectura distinta que me aleje del borde de los afectos o lo sentimentaloide: “El odio como estrategia de poder y control político y social”.
Pulso perenne
La interpretación me mantuvo eclipsado durante todo el recorrido analizando y reflexionando acerca de las tácticas de control del poder, encontrando anclajes desde el inicio en aquella pieza de Nelson Díaz Brenes titulada “El beso fraternal / Dios mío, líbrame de este amor tan mortal”, 2025, a lo cual Díaz aduce: “Es arte digital, una apropiación del mural de Dimitry Vrubel en el Muro de Berlín. Esta vez no son los líderes comunistas sino los magnates del neoliberalismo extremo estadounidense, que primero se aman y luego se odian consiguiendo ser íconos mediáticos a partir de su fama y poder”.
Este discurso me reafirma la raíz de esta propuesta como arte político, contestatario, nada contemplativo. Díaz me hizo recordar una frase memorable de Janis kounellis y Francesco Zotti, que nos enfrentan a esas estratagemas de dominación: “En arte como en el amor, santos o revolucionarios, pero jamás turistas”, recordado por los grafitis, pegas o “hashtags” de la comunicación en redes que tanto prefieren las bandas de edades más jóvenes de la población, y que advierten además en las paredes de la urbe en los gafitis y el sentido del anonimato que acrecienta las incógnitas cotidianas.
El bebedero de ratas
Otra pieza que me detuvo a recordar, fue el video del español Santiago Sierra, “El Bebedero”, provocando a la memoria con el signo de la esvástica que es presentada con aquellos bichos detestables que roen la inmundicia en el espacio de una sala, que puede ser un ring de confrontaciones en el pulso con la vida actual; es un video que puede matar a cualquiera por el desprecio hacia estos roedores. Hay odio y desprecio, pero puede que el pulso se mueva hacia el afecto y el extrañamiento, como en la misma medida redirecciona a su opuesto, que somos nosotros mimos si nos vemos en el espejo del día a día. Yo me pregunto ¿por qué tanto odio hacia esas criaturas, y en la trama de la pieza de Sierra hacia los neonazis?
Sierra, curado por Castillo y Jarne aporta el anclaje de ver la esvástica desde diversas vertientes de significados, desde asociarse con deidades como en la cultura indú, hasta evocar el horror de la guerra y el dominio nazi, que recrudece hoy como amenaza.
Nido de ratas
El artista juega a representar el ring social de todos los días: el Estado, las cúpulas eclesiales, el militarismo, las estructuras narcotraficantes, los banqueros, así concibe el artista a los contrincantes que buscan su propia pócima de amor u odio, pulso o enjambre de provocación y disenso que nos convierte en adversarios.
Reto a la lectura e interpretación por parte de los curadores y artistas seleccionadosa la convocatoria que trasciende la apuesta para medir fuerzas, escaramuza interior que se gesta en la entraña cuando se aprietan los nervios carnosos para liberar la pulsión del deseo y a veces es emoción de terror, como diría Bataille (Erotismo, 2008), cuando los humanos advertimos miedo a sí mismos ante el ardor sexual, sentimiento que también trueca en odio. Dicho desde otra visión: “La necesidad de extraviarse, de ser destruido, es una verdad extremadamente privada, distante, apasionada y turbulenta. Un beso es el comienzo del canibalismo”. Y quizás para rematar recuerdo que nuestro cuerpo es aquello en que otros escrutan su deseo. (Bataille, 2008)
Rico texto el de los curadores, porta a otros signos del (des)afecto, y lo explica una vez más:
“Te Odio”, recorre manifestaciones artísticas que denuncian, parodian o desenmascaran el uso político del odio: la construcción de enemigos desde la retórica política, la adhesión ciega, el miedo y el resentimiento dirigido para sostener estructuras de poder…”
Entonces ¿amar u odiar es una estrategia de poder? ¿Hasta dónde nos pueden llevar esta confrontación tan valida en los discursos del acontecer ante tantas presiones políticas, sociales, culturales, humanas, sí amar es humano como también lo es exacerbar el odio? ¿Por qué odiar? ¿Quién odia primero: Tú o yo? ¿Hasta dónde, cuándo y cómo?

La naturaleza del pulso
Un pulso según el diccionario es un latido intermitente en el sistema circulatorio sanguíneo, como el que se cuenta o mide en la muñeca, y que llamamos pulsación; pero también latido o palpitación y se advierte al demostrar afectos, pero le llamamos pulsión en las zonas más sensibles del cuerpo. Con sólo pensarlo sazona en estas zonas de mí, ese ardor apreciado como prohibido.
Para cerra mi reflexión, ya que nos referimos a nuestra humanidad corpórea, explico que en el recorrido a las salas adviertí el filo de estos anclajes que me punzan a sentir pero sobre todo a evocar esas pulsiones que me conectan con la poesía del griego Konstantino Cavafis: “Recuerda cuerpo, recuerda no solamente cuánto fuiste amado, / no sólo los lechos en que te acostaste, / sino también aquellos deseos que por ti brillaban en otros ojos”. La contradicción está también en recordar cuántas veces machacaron la herida pulsional cuando nos dijeron y vuelven a decir te odio.