En la coyuntura del miedo y la violencia del cuerpo: “EXXXPUESTOS / EL UMBRAL DEL EXCESO”
Autor(a): Luis Fernando Quirós Valverde · Follow // Tiempo de lectura 20 min
Macro Arte Contemporáneo, presenta esta intensa propuesta expositiva en el espacio cultural de Gráfica Génesis, San José, Costa Rica, curada por José Castillo Picado. Aborda una ojeada sin parangón, cruda, hiriente, en la cual deviene la disrupción de los bordes del pudor, recato o miedo que nos encierra a una estructura social que aunque se considere avanzada, no deja de ser mojigata, fiada en la mirada “voyeurista”, y en una violencia solapada persistente detrás de la ventana o el agujero en la pared.
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Bataille desde el inicio de su libro Erotismo aclara:
“El espíritu humano está expuesto a los requerimientos más sorprendentes. Constantemente se da miedo de sí mismo. Sus movimientos eróticos le aterrorizan”. (Georges Bataille. 2005)
Desde este trazo sociológico lo sexual también es un campo de batalla que deja muchas marcas en nuestra humanidad, pero la más incómoda es la de la mente.
Juega, para esta muestra, en el espacio de lo conceptual refiriendo desde el título a los videos “tres équis” que tanto consume la población ampliamente machista o enfermiza, como se podrá constatar en las fotografías aportadas por el curador, donde los espectadores deambulan entre los objetos en tiempo de impacto, en particular una de las imágenes en la cual un grupo de personas “fisgonean” en un cubículo iluminado con una fuerte luz roja, titulado “La Santa chochera voyeur”.
Esta, la luz roja, señal de emergencia es otro signo que en la tradición popular devela la existencia del prostíbulo, visión que me relaciona con “Detrás del portón Rojo”, Museo de Arte Costarricense, 2017, curada por Sussy Vargas y Roberto Guerrero.
La mirada voyerista
Acto de mirar con cierto grado de deleite (espiar, en dicho ámbito de lo popular se le llama “samuelear”) que produce excitación,
y sin mantener una relación sexual con la persona observada. Lo violento no está en ver a una pareja copulando, a un hombre masturbarse o lamiendo el sexo a otro u otra pues tenemos ojos y don de la vista es para ver lo que se nos pone por delante, violencia es cuando se vuelve dependiente como una droga y se busca a toda costa presenciarlo. El texto del curador discurre en estos tópicos:
“En esta exhibición, cada artista ha sido convocado a salir de su zona de confort para explorar, desde lo personal o lo político, los territorios del sexo sin filtro. Lejos de la insinuación segura o de las metáforas que suavizan el impacto, aquí se expone lo directo, lo frontal, lo incómodo y aborda el erotismo no como ornamento sino como una herramienta crítica”… (Picado 2025)
Lo exhibido no pretende escandalizar, sino revelar, como expresa el mismo curador Castillo, quien cuestiona en su texto: “¿cómo miramos, qué se nos permite mirar y qué cuerpos o prácticas siguen siendo marginalizadas, censuradas por su carga de deseo o por su potencia disruptiva?”.
Pensé en Georges Bataille y su libro “Erotismo”(2008), por lo que concierne a lo pulsional del goce estético, incluso elevado a la esfera de lo sagrado que este pensador crítico francés trata hasta el exceso. Además, yo declaro intertextualidad ligándome una vez más a un librito de poesía que tengo entre manos con alguna frecuencia: “56 Poemas” de Konstantino Cavafis”, y en singular el poema “Vuelve”, pero repasando sus páginas encontré este otro título “Deseos”:
“así aquellos deseos de una hora
que no fue satisfecha; los que nunca gozaron
el placer de una noche, o una radiante amanecida”. (Kavafis,1998)
Se trata de un contenido que plantea otro modo de concebir la temporalidad, que no está en nada ausente en esta muestra de Gráfica Génesis, y, que en la jerga popular dice que “hemos pasado muchas Nochebuenas, pero jamás una buena noche”.
Este fragmento del poema me conecta con la idea del umbral del exceso visto por Castillo el curador, en tanto que en el erotismo no hay límites espacio temporales para saciar el deseo, nunca se anda con nimiedades al disfrutar del otro u otra, jamás se anda con tapujos al declararla fuente de plenitud en el disfrute.
De manera que este prólogo a mi comentario de la muestra en Gráfica Génesis me catapulta y enciende ese fuego pulsional necesario para comprender la cala del exceso y el deseo. Aunque también aprecio obras abastecidas por la gratuidad, como aquel enorme pene tan visible u obvio, o una lengua que lame el orificio carnal donde comienza la herida pulsional al ser “pene”(trados/das).

Consultando el catálogo de “Detrás del portón rojo”, se·acota:
“… El miedo a los impulsos internos no es natural, sino socialmente aprendido; es una consecuencia de haber experimentado culturalmente la sexualidad como uno de los mecanismos regulatorios más fuertes que existen, y por el cual hemos vinculado nuestros placeres a lo oscuro y vergonzoso.” (Vargas y Guerrero, 2017. Catalogo MAC)
En esta propuesta de Castillo y sus secuaces los artistas (inter)nacionales se devela que dichas prácticas son cambiantes, y es que en este lapso de ocho años que hemos transcurridos desde que hubo la exhibición en el MAC, muchas cosas se transformaron, pues tuvimos una detención mundial que nos sumió en el umbral de lo privado a meditar acerca de nuestros cuerpos, los excesos asociados o su disfrute ilimitado.
Pero también hoy sabemos más, y me lleva de nuevo a Bataille quien devela dos vertientes para sentirlo:
“El erotismo de los cuerpos tiene de todas maneras algo pesado, algo siniestro. Preserva la discontinuidad individual, y siempre actúa en el sentido de un egoísmo cínico. El erotismo de los corazones es más libre. Si bien se distancia aparentemente d ela materialidad del erotismo d ellos cuerpos procede de él por el hecho de que a menudo es solo uno de los aspectos estabilizado por la afección recíproca de los amantes” (Bataille 2005. P.24)
Repasando una a una las imágenes y sobre manera en las que aparecen espectadores, diría que muchos se ven afectados por los contenidos observados y la actitud voyeur, e incluso quizás el terror a saber más de sí. Como si las imágenes estuvieran atadas a la pantalla del celular, o fotografiar para volver a ver, para trasladar esa acción a la esfera de lo unipersonal y privado que es cuando se recuerda, y aquí cabe evocar de nuevo, y con esto concluir, al poeta alejandrino:
“Vuelve otra vez y tómame,
Amada sensación retorna y tómame –
Cuando la memoria del cuerpo se despierta,
Y un antiguo deseo atraviesa la sangre;
Cuando los labios y la piel recuerdan,
Cuando las manos sienten que aún te tocan”. (Kavafis 2005)