Sor María de la Salette, la voluntad de hacer

Sor María de la Salette, la voluntad de hacer

Autor: José Ortiz Follow // Tiempo de lectura 6 min

 

María Cristina Quirós Calvo estuvo rodeada de arte desde su niñez. Su padre era pintor y a los 12 años ya era alumna del maestro Francisco Amighetti. Su amor y dedicación al Arte le permitieron compartir con grandes maestros como Fausto Pacheco, Margarita Bertheau y Manuel de la Cruz González. Tenía vocación de maestra y fue por eso lo primero que estudió, con eso aseguró un ingreso fijo “para no morirse de hambre”. En ese momento decidió ingresar a Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica.


Era una estudiante sobresaliente y apreciaba la labor de sus profesores. Sobre su maestro Manuel de la Cruz González, alguna vez contó que “era un excelente profesor, pero muy exigente”. Cuando no le gustaba el trabajo que uno hacía, lo arrugaba y le decía a uno que fuera a comprarse otro papel para empezar de nuevo. No importa, yo le agradezco todo lo que me enseñó”. En contraposición, y evidenciando la dinámica entre alumna y maestro, Don Manuel de la Cruz tuvo elogios para Sor María y dedicó un artículo en Pórtico a su exalumna: “… al confrontar la labor artística de Sor María de la Salette nos abocamos ante una increíble voluntad de hacer, ante una ansiosa inquietud que le impulsa a lo inexorable, a la búsqueda y a la superación… el eclecticismo plástico de Sor María le viene de su ansia inconformable, de su ineludible deseo de elevarse hasta el Creador y como Fra Angélico, de su mística pureza y de su Fe, plasmadas así en eterna alma de artista, condena a la eterna insatisfacción, exenta de conformismos acomodaticios ante su obra, por la conquista de nuevos hechos y caminos entre cuyos resquicios se desborda su sed de expresarse encontrándose.”

 

A sus 22 años tomó la decisión de iniciar su formación religiosa. En varias entrevistas era clara en afirmar que jamás se arrepintió de su decisión de entregar la vida a la religión: "Con Dios vivo feliz. Es cierto que una se priva de muchas cosas, pero con mucho gusto". Durante varios años dejó de pintar y fue, precisamente, cuando se puso los hábitos y se entregó por completo a su encuentro con Dios. "Nada más me hacía falta, estaba muy llena de trabajo y de Dios. Una vez, una madre belga que tuvimos me animó a participar en una exposición y por ella fue que volví”, afirmó en una entrevista de La Nación.


Para Salette, el arte de pintar tiene como pilar fundamental la mirada al entorno. ”La gente no sabe ver, ese es su gran problema. Yo les enseño a mis alumnos, niños o adultos, a observar con cuidado los detalles, las luces, los colores... todo”. Aunque la mayor parte de su obra estuvo marcada por la abstracción, existen dibujos de niños y personajes que apelan a la humanidad, al amor y al respeto. En una serie que se expuso en la Galería Nacional en el 2007 se mostraban esas imágenes con sus nombres, pero con una calificativo que daba cuenta del interés por acentuar la personalidad del retratado: Gilda la sociable, Joaquín el curioso, Rodrigo el independiente o Rosario la orgullosa.

 

Su obra abstracta es muy lírica; de hecho, ella escribió poesía. Sus obras tienen cierta musicalidad en la que los trazos parecen notas en un pentagrama, llenas de fuerza y movimiento. Con sinceridad afirmaba que cuando terminó la Universidad se dijo: 'bueno, he hecho bien lo que todos querían que trabajara, ahora es tiempo de pintar lo que a mí me gusta’ y a partir de ese momento empezó a hacer pintura abstracta, ya que según ella, era la herramienta que le permitía expresar lo que encerraba en su interior e iba más acorde con su espíritu fuerte.

 

Para Dunia Molina, exdirectora de la Casa del Artista, lo suyo era insinuar las cosas, no contarle todo al espectador. Sus obras son sugerentes, abriendo un gran espacio a la imaginación. Paisajes, llanuras, viajes, estampas campesinas, personas que ha visto... todas las imágenes que se le quedan en la memoria son susceptibles a convertirse en una de sus pinturas; eso sí, con un lenguaje abstracto. Para Don Ricardo Ulloa, su obra evoca el “pintar para soñar”, lo que convierte a sus obras en poemas fantásticos, que surgen de una imaginación tendida en lo insondable o en la magia anhelante  de lo inasible.

Su trabajo y su nombre son bastante desconocidos en el país. ¿Las razones? A ella nunca le gustó figurar y desde 1949 estuvo en el convento de las hermanas del Buen Pastor. A pesar de esto, viajó con su orden religiosa por casi toda América, desde Argentina hasta los Estados Unidos. En algunos países su estadía se prolongó entre tres y cinco años. Realizó gran cantidad de exposiciones individuales en países como Nicaragua, El Salvador, Ecuador, México, Colombia y Brasil. Asimismo, participó en exhibiciones colectivas en Argentina, Holanda, Estados Unidos, Italia y Alemania.

Aprovechaba sus viajes religiosos al extranjero para pintar y vender su obra: "ahora a la gente le gusta más el arte, pero compra menos. Es lógico, tienen otras necesidades más apremiantes pero, por eso, son pocos los artistas que viven de su trabajo".


Argentina fue una tierra que se robó un trozo de su corazón y la inspiró profundamente. En su memoria guardaba un lugar especial para aquel país, llegar allí fue cumplir uno de sus grandes sueños.

Aún padeciendo de vértigo, con un andar lento y luchando con sus cataratas no dejó sus clases de pintura en la Casa del Artista.

Sor María de la Salette fue una mujer valiente, que realizó su obra de una manera sincera, con pasión y esmero, en un momento en que la abstracción apenas empezaba a tomar auge. Su obra merece reconocimiento y plantea la necesidad de investigar a fondo a todos esos personajes que han quedado marginados de la historia del arte y que sus aportes, de alguna manera, pueden ayudar a comprender mejor nuestra historia y a sentar nuevas bases para la construcción de un genuino arte costarricense.

 

Bibliografía  
  • En el nombre de Dios y del Arte. (2000, 24 de septiembre). La Nación.  
  • Doria Díaz. (2007). Muestra revela pasión artística de una monja de El Buen Pastor. La Nación.  
  • Dunia Molina. (2007). 'Su obra es muy lírica y libre'. La Nación.  
  • Revista Pórtico.(1963, septiembre). Editorial Costa Rica.
     
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