¿Qué está pasando en el MAC?

¿Qué está pasando en el MAC?

Autor: José Ortiz Follow // Tiempo de lectura 5 min

Desde hace varios días venía pensando en un buen tema para un artículo. Entre varias ideas, una conversación me llevó a una pregunta fundamental: ¿cuáles son realmente las funciones del director de un museo? El museo, por sí mismo, es una de las instituciones más importantes para la vida cultural de un país. Su director, por ende, se convierte en una figura clave dentro de la gestión cultural: es el responsable de preservar, exhibir y divulgar el patrimonio artístico de una institución, y su labor trasciende la simple administración. Para dirigir con solvencia un museo se requiere una combinación singular de conocimientos, sensibilidad y capacidades estratégicas. Se trata de gestionar finanzas y personal, supervisar la planificación de exposiciones, velar por la conservación del acervo, y representar al museo ante el público, los patrocinadores y la comunidad artística.

Por eso, la noticia de la destitución de Esteban Calvo como director del Museo de Arte Costarricense (MAC) me tomó por sorpresa. Como amante del arte y visitante frecuente del museo, la situación resulta desconcertante. En los últimos años ha sido evidente el esfuerzo del MAC por investigar y publicar catálogos de calidad, abrir espacios de diálogo entre artistas y públicos, convertirse en un punto de encuentro para creadores y coleccionistas, y producir exposiciones que durante mucho tiempo habían quedado pendientes. En palabras del historiador del arte Efraín Hernández bajo la dirección de Calvo el museo fortaleció sus lazos con la comunidad artística, generando vínculos con creadores y estudiosos que fomentaron el diálogo y el sentido de pertenencia.

El artista Luis Moralegui también ha señalado la amplia lista de proyectos y exposiciones desarrollados en los últimos cuatro años, que abarcan muestras de artistas como Luisa González, Gerardo Ramírez, Héctor Burke, Jean Pierre Guillermet, Harold Fonseca, Flora Sáenz, Adrián Arguedas, Joaquín Rodríguez, Carlos Cruz-Diez, Juan Ramón Bonilla, Flora Pinto, Juan Manuel Sánchez, Hugo Díaz, Teodorico Quirós y Francisco Zúñiga, entre muchos otros. El museo albergó Salones Nacionales, impulsó fondos concursables para salas temporales, reabrió los murales de Francisco Amighetti y Luis Daell, activó nuevamente el Salón Dorado, y celebró su 45 aniversario con la extraordinaria muestra Trayectorias. La Escuela Casa del Artista también vivió un periodo particularmente fértil, con exhibiciones como La Luz de Fabio Herrera y la presentación del libro Después de la última escena de Rudy Espinoza, quien además recibió el honor de que una de las galerías del centro llevara su nombre. A esto se suman publicaciones coordinadas por un comité editorial creado en su gestión, así como un catálogo próximo a estrenarse sobre la obra escultórica de Juan Manuel Sánchez. Además, el museo amplió su alcance comunitario mediante talleres, visitas guiadas y giras para adultos mayores, niños y jóvenes, extendiendo su presencia a otras regiones del país.

Para cualquier persona que aprecia el arte, lo realizado en estos años parecería una labor sólida y consistente. Por lo tanto, el despido de Calvo parece responder a razones que no son tan evidentes. Según medios de comunicación como CRHOY, la destitución se debió a que “las métricas de desempeño no estaban siendo cumplidas”, sin que se explicara cuáles eran esas métricas. También, en La Nación,  se señaló que el cargo de dirección depende directamente del ministro de Cultura, quien tiene potestad para evaluar “el cumplimiento de metas y la alineación con los objetivos institucionales”. La situación resulta confusa: no existe un comunicado que exponga con claridad cuáles fueron los objetivos planteados, qué indicadores se utilizaron para medirlos, ni en qué medida se incumplieron. Tampoco se señala alguna falta o proceso administrativo. Esos vacíos de información hacen difícil comprender el motivo del cese y no permiten conocer el marco con el que será evaluada la persona que asuma la dirección en el futuro cercano.

En tiempos en que la institucionalidad cultural enfrenta desafíos profundos, la claridad y la transparencia no son un lujo, sino una necesidad.Por eso, cualquier cambio en su dirección merece explicaciones precisas, no solo por respeto a quienes han dedicado años a fortalecerlo, sino también por compromiso con la ciudadanía que lo sostiene. El arte, después de todo, florece en ambientes donde la confianza es tan sólida como los muros que lo resguardan.


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