Ep.03 - Carlos llobet

Ep.03 - Carlos llobet

Autor: José Ortiz Follow // Tiempo de lectura 7 min

Carlos Llobet: dándole rostro a una ciudad decadente

De joven quería ser arquitecto, pero con el tiempo descubrió que la vida lo llevaría por los caminos del arte. Carlos Llobet cuenta su historia con un tono franco y sincero, sin poses, fiel al estilo que lo ha caracterizado. Su familia tenía un negocio de camisetas y ahí desarrollo habilidades en serigrafía que más adelante le darían herramientas que le permitirían incorporar esa técnica a sus trabajos. Con vehemencia se apresura a dejar en claro que, contrario a sus convicciones, sus padres lo indujeron a estudiar ingeniería en la Universidad de Costa Rica: “… hice varias de las materias y todos los coladeros, pero era completamente miserable”. A pesar de eso, mientras sufría con la ingeniería tuvo la oportunidad de asistir a la “artística”, un curso de caricatura con Arcadio. De ahí, decidió que era buena idea matricular otra “artística” en este caso, escultura. Este contacto con el arte fue un momento determinante en su vida. En poco tiempo ya había realizado los trámites para ingresar a la Escuela de Bellas Artes y completó dos años de carrera sin decirle a sus padres. Con el apoyo de Alberto Murillo, uno de sus profesores, logro convertirse en asistente en algunos cursos y de este modo obtener algún grado de independencia económica aunque aún vivía con sus padres. En ese tiempo su casa estaba en Escazú y aun se conservaba un poco del ambiente rural: la gente a caballo, las cantinas en cada esquina, la gente reunida en el parque y los personajes que a su modo buscaban ganar el dinero para su sustento. Con el paso del tiempo, esas imágenes dieron paso a construcciones y paulatinamente a la gentrificación. La realidad cambió, pero en su mente quedaron grabadas escenas de ese Escazú que lo cobijó durante su niñez y juventud.

 Como era de esperar, en el 2015, su primera exposición en Teor/éTica tomó como punto de partida un personaje arquetípico de la ciudad: el “guachiman”. En esa muestra Llobet reflexiona sobre cómo se le otorga a esos individuos una autoridad sin mediar ningún requisito o acuerdo. Usualmente son gente con ninguna o mínima escolaridad, no han acudido a ninguna academia de seguridad, no tienen una licencia y sin embargo, se les da un poder especial. De ahí surge la idea de colocarles capa y terminar de ungirlos como superhéroes de la calle. A partir de serigrafías intervenidas con esténcil y pintura en spray, Llobet realiza una serie de apropiaciones de portadas de la era dorada de los cómics, y sustituye elementos icónicos por nuevos “héroes anónimos” fantásticos. Cualidades como la astucia, la observación y la rapidez son atributos que complementan los súper poderes que los superhéroes usan para luchar contra el crimen y resguardar el bienestar de los ciudadanos. De manera similar, los guachimanes despliegan un espíritu de observación altamente desarrollado y corren a velocidades extraordinarias para recoger su recompensa. De igual manera desaparecen con gran rapidez si algo sale mal.


Al año siguiente, en la Galería Dinorah Bolandi se inaugura Rural/Urbano, una muestra llena de personajes de la calle, entre los que destacan el chofer de bus, la vieja, el limpiabotas, el vendedor de lotería, el marimbero y todo un álbum de personajes producto de su diario caminar por San José: “Cuando uno camina por San José va notando ciertas cosas que no ve cuando uno maneja. Al caminar, uno toma su tiempo, uno analiza a las personas que están hablando, al vendedor en la calle o el músico que está por ahí tocando… se percibe de una manera diferente la ciudad, en lugar de ver los edificios pasando, uno se detiene, ve a la gente, la gente lo ve a uno, es algo más personal”.

 


Con el paso del tiempo, los personajes comenzaron a salir de las galerías y paulatinamente fueron llenando las paredes de la capital. El carácter múltiple de su obra le permite realizar composiciones complejas y variables. Para Carlos, esta práctica le permite llevar su arte a aquellas personas que no tienen acceso a una galería, a los mismos protagonistas de sus obras y a la vez, satisface cierta curiosidad sobre cómo van a habitar la ciudad y como van a interactuar con ella, reforzando esa característica de lo efímero, propio del arte urbano.

Pasaron los años y fue creciendo en Llobet una sensación de que había algo más en su carrera que no podía conseguir en Costa Rica y luego de 6 años, surge la posibilidad de realizar una maestría en la Universidad en Buffalo, en Nueva York. Las experiencias fueron muchas y el aprendizaje en cuanto a técnica innegable, sin embargo, para él, su mayor aprendizaje fue aprender cómo expresarse, cómo hablar de su arte y de cómo poner las ideas en orden a nivel conceptual.
Luego de esta aventura, la vuelta a Costa Rica no fue fácil. Repatriado durante la pandemia, a su regreso se encuentra con calles vacías y con un una escena cultural prácticamente nula. Sin duda, un período muy complejo.

Después de varios meses descubre Temporal, un espacio alternativo en el que establece su taller y surge la oportunidad de participar como residente en la Salita Temporal dirigida por Luciano Goizueta. Fue en ese espacio dónde surge una de sus obras más significativas, una pared de más de veinte metros repleta de personajes urbanos. Aunque esa obra ya no existe fue algo muy significativo, una especie de cierre, un homenaje a sus compañeros de viaje.

Su mensaje para los jóvenes artistas es claro. El camino de cada uno es diferente, cada uno tiene sus objetivos, sin embargo, para Carlos, las residencias artísticas son importantes, hay que arriesgarse y “tirarse”, mandar propuestas, como cien al año y de esas, quizás un par lleguen a concretarse.

No hay duda de que Carlos Llobet es un artista que ha demostrado constancia y compromiso, y a través de su trabajo ha logrado dar un rostro a los habitantes de San José, con sus tribulaciones, sus creencias, sus alegrías y sus triunfos, reflejando el lado humano de una ciudad que lucha por no pasar desapercibida en medio de la violencia y el ritmo imparable de una sociedad decadente.

 

 Entrevista completa:

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