El arte que habita las calles

El arte que habita las calles

Autor: José Ortiz Follow // Tiempo de lectura 11 min 
No puedo negar mi afinidad por el arte urbano, caminar por La Calle de la Amargura o las inmediaciones de la Universidad de Costa Rica a mediados de los noventas era toda una experiencia visual. Desde el icónico mural de los Beatles, frente a Caccio´s, hasta los trabajos de Mush, HEIN y UFO; cada uno se fue convirtiendo en parte del telón de mi vida universitaria. Con el tiempo, el “arte urbano” fue ganando popularidad y hoy en día ha llegado a ser parte de la vida diaria del costarricense. Basta con visitar lugares de moda para encontrar murales, rótulos de negocios, campañas de publicidad y incluso decoraciones en casas de habitación que han sido realizadas por “artistas urbanos”, sin embargo ¿es esto realmente arte urbano? Me preocupa que con mayor frecuencia el término se desvirtúa e incluso malintencionadamente se tuerce su significado para ajustarlo a intereses particulares. Creo que como un “outsider” de la escena, es importante plantearse algunas preguntas: ¿Qué es, para empezar, "arte urbano"? ¿Es compatible con el lienzo? ¿Existen contradicciones ideológicas entre la calle y la galería o el museo? No es una tarea fácil pero voy a hacer mi mayor esfuerzo.

Hay que tener claro que no es lo mismo grafiti que arte urbano, un término poco definido surgido en los años noventa y que engloba tanto al grafiti como otras manifestaciones artísticas en el espacio público; y no es lo mismo un mural público que un lienzo colgado en una galería. Incluso, curadores como Goyo Villasevil, de la Swinton Gallery en Madrid, distinguen cuatro tipos de creadores: artistas conceptuales que intervienen en la calle y que en la mayoría de las ocasiones no usan pintura para sus acciones; pintores o ilustradores que llevan su trabajo de estudio y su estilo a la calle y que son muralistas; en sentido inverso, escritores de grafiti que llevan su trabajo de la calle al estudio; por último, artistas que están dentro del circuito del arte contemporáneo y que intervienen la calle si el proyecto lo necesita, lo que generalmente no se califica como arte urbano, sino como arte público.

 Mush, Costa Rica, 2024

De esta forma, mucho del auge actual está relacionado con diseñadores y artistas que llevan su arte a espacios públicos, pero es menos frecuente que el escritor de calle lleve su trabajo al ámbito privado, ya sea en forma de murales, rótulos o como parte de un proyecto decorativo. A partir de lo anterior, es importante caracterizar un poco mejor al grafitero o el “escritor de la calle” (como prefieren que se les llame). Generalmente desarrolla su trabajo en la clandestinidad, algunas veces en la ilegalidad y desea que su obra sea parte del paisaje urbano. En Costa Rica, en el artículo 387 del Código Penal se establece que se impondrá de diez a sesenta días multa a quien dibuje, escriba, trace dibujos o emblemas en la parte exterior de una construcción, un edificio público o privado, una casa de habitación... o en cualquier otro objeto ubicado visiblemente, sin permiso del dueño o de la autoridad, algo que en la práctica no llega a ser un problema para ninguno de los grafiteros, ya que con el tiempo, se han ido “ganando” espacios en los cuales los escritores callejeros pueden realizar su trabajo sin mayor intervención por parte de la policía. Dado su carácter informal, es claro que la técnica es producto del trabajo y la experimentación, para KAM, el “grafiti se aprende en la calle y se depura a través de la constancia en el dibujo, hay mucha interacción entre artistas y eso genera que rápidamente surjan nuevos estilos y nuevas amistades que luego se convierten en alianzas para proyectos y emprendimientos”. En si mismo, el grafiti no tiene como objetivo llegar a una galería, está hecho para un sitio y un espacio que fue elegido por ese artista. El lugar dónde se hace la obra responde a un interés o objetivo, no es algo aleatorio. Desde ganar visualización hasta reafirmar su pertenencia pueden ser motivos para crear una obra. Los autores urbanos está acostumbrados a trabajar en libertad y de alguna manera limitar esa libertad para encajar en una galería parece ser un precio muy alto para alcanzar la “fama”. Originalmente, el grafiti tiene un espíritu contestatario, de reclamo, de protesta. Esta puede ser explícita o implícita, contra los esquemas económicos o como una exhortación a una vida libre. Mush, el grafitero más emblemático de la escena, en una entrevista para La Nación, es claro en afirmar que cada intervención depende del ojo subjetivo del espectador: “No sé si estamos embelleciendo la ciudad, el concepto de belleza es relativo, a unos les gustará, a otros no… Lo que sí es cierto es que no es lo mismo pasar frente a una pared gris, a hacerlo por una que te lanza colores, que te hace pensar en el concepto de la imagen, en su mensaje”. Para muchos escritores callejeros el grafiti pertenece a las paredes, a lo público y cuando entra a un espacio, el entorno supone un condicionante. Basado en esto, existen artistas más radicales que se niegan a permitir que su arte llegue a un espacio privado, pero con el tiempo, muchos son los que tratan de alcanzar un equilibrio y han visto la oportunidad que representa el auge de la estética urbana, y han surgido iniciativas como SprayLab y CentralGraff que combinan la experiencia de los artistas con la necesidad de incorporar esa estética en el ámbito de la decoración y el mercadeo, desarrollando proyectos muy importantes que sin duda alguna impactan la imagen visual de las comunidades, tales como el Hotel Tahormina o la intervenciones para marcas como Imperial, McDonalds y SevenUp.

Sebastián Ayala, Dr. Max Terán Valls, Costa Rica, 2022

Por otro lado, es cada vez más frecuente encontrarse con arte de estética urbana en las galerías, no necesariamente realizada por autores de calle. En su mayoría se trata de artistas contemporáneos que han encontrado en lo urbano un lenguaje para comunicar y conectarse con el público. Sin embargo, creo que este tipo de obra no refleja de manera fiel lo urbano. El grafiti es calle, es vivencia, es estar ahí, en medio de la gente, interactuando y creando una imagen a partir de una experiencia y creo que esto hace distinto a los escritores de calle de los artistas contemporáneos que hacen “arte urbano”. Para Galaz, en su libro La fuerza social del arte, “…la separación entre arte y sociedad corresponde al vaciamiento de sentido característico del capitalismo… “ y a partir de ahí surge un gran conflicto, ¿es compatible el grafiti con la galerías de arte, íconos máximos del capitalismo. Tremenda cuestión, algo que para los autores callejeros está resuelto pero para los curadores y museos sigue siendo un tema de debate. Creo que el grafiti necesita contexto y al llevarlo a una galería pierde sentido, se transgrede la comunicación y termina siendo solamente una imagen. Los autores callejeros se han ganando el reconocimiento a nivel internacional y en nuestro país llevan décadas trabajando incansablemente para crear espacios y compartir su arte. Probablemente, como pasa en muchos casos, la respuesta esté en un justo equilibrio. Los artistas del grafiti merecen reconocimiento y los museos deben de generar iniciativas que les den su lugar como obras artísticas que representan una época, una cultura; no encerrándolas entre cuatro pareces, sino más bien estableciendo iniciativas para su documentación, estudio y debida apreciación por parte del público. Por otra parte, los artistas pueden utilizar su experiencia y su lenguaje tan característico para crear obras para el contexto de un museo o galería, permitiendo obtener una remuneración justa que les permita seguir escribiendo en las calles y seguir siendo testimonio de lo que sucede en los barrios y ciudades.

 Lucho Castro, Chile, 2024

No hay duda que el auténtico arte urbano es aquel que permanece intacto en las calles, que sigue hablando en el silencio de los muros que aún no han sido tocados por la mano del mercado. El que permanece en la resistencia, en la transgresión, en la autenticidad. El reconocer el grafiti como una verdadera expresión artística resulta apremiante, ya que, lo que está en juego no es solo el valor estético del grafiti, sino su alma misma. El grafiti, por más que se haya adaptado a nuevas formas de expresión y nuevos medios, sigue llevando consigo ese mensaje de libertad, de autenticidad, de conexión con el espacio público. Incluso, cuando los artistas de la calle colaboran con marcas o exponen en museos, mantienen una esencia y de algún modo reflejan el sentir de una comunidad. Al final de cuentas, quizá lo más valioso del arte urbano no es su capacidad para desafiar el sistema, sino su poder para adaptarse a él y, de alguna manera, enriquecerlo. El diálogo entre la calle y la galería no debería ser una lucha, sino una colaboración. Las fronteras entre lo público y lo privado se diluyen cuando el arte trasciende sus contextos tradicionales, permitiendo que todos, sin importar su lugar en la sociedad, puedan acceder y disfrutar del Arte; es tiempo de borrar límites y construir una escena artística más inclusiva y representativa, de la cual todos puedan sentirse parte.

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3 comentarios

Buen artículo, sobretodo porque el reconocimiento comienza por su entendimiento; la visualización del fenómeno del grafiti es de suma importancia, considero además imprescindible discutir y desmitificar las razones por las que se asocia el arte callejero a lo ilegal, inseguridad y vandalismo ya que normalmente el público no tiene las herramientas/conocimiento para discenrir al respecto.

Javier P

Ese carácter efímero lo distingue del arte convencional y en sí mismo lo convierte en un acto poético, gracias por su comentario

Jose Ortiz

Me gustó leer su artículo. Un tema del arte urbano es también el tema del tiempo, su carácter efímero y a veces anónimo. Me gusta la fotografía y tomé siempre que pude fotos de grafitis y murales como mencionas por ejemplo frente a la UCR, y me gusta tener las fotos porque ya no existen. Es arte fugaz, debe apreciarse eso también si se tuvo el privilegio de apreciarse mientras vivió.

Evelyn

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