Desafíos, abriendo monte

Desafíos, abriendo monte

 Autor: Julio del Llano González Follow // Tiempo de lectura 6 min

 

“Sólo de un modo puedo responder a esta merced grande: y es pedir a Ud. y a mis amigos de Costa Rica que me permitan servirla como hijo”.
(Carta a Pío Víquez).
José Martí (1853-1895).


Los vínculos culturales e históricos entre Costa Rica y Cuba, se remontan a 1796 cuando un cubano criollo hijo de españoles fuera nombrado por Real Decreto, Gobernador de Costa Rica el 21 de abril de ese año. El habanero, de nombre Tomás de Acosta y Hurtado de Mendoza (1746-1821), ejerció entre 1797 y 1810, le dio nombre a San José en 1801 e introdujo, con el primer manual de caficultura, el cultivo del café en el país. El documento “Consideraciones sobre el cultivo del café en esta Isla” [Cuba], escrito por el inmigrante francés Dumont (La Habana: Imprenta Fraternal, 1823), fue reeditado en San José en 1835 por la Imprenta de la Paz. Gracias a ello, según el historiador Vargas Araya, “El café transformó a la más rezagada de las colonias hispanas del Nuevo Mundo en una república viable”.

 

Y para 1868, cuando estalla en Cuba la Guerra de los Diez Años (1868-1878), la primera de las tres luchas de independencia insurrectas contra las fuerzas coloniales españolas, se originó la primera gran emigración cubana a Costa Rica. Cientos de familias se asentaron en el país y algunas de ellas -la de apellido Odio, por ejemplo-, aportaron descendientes como la poeta Eunice Odio, la acuarelista Margarita Bertheau Odio, el Presidente de la República Rodrigo Carazo Odio, el Arzobispo de San José Rubén Odio Herrera, e incluso, pensando en esta emblemática institución de democracia que hoy recibe la exposición, el Presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ulises Odio Santos.

Y no podemos dejar de mencionar en esta relación de fraternidad cultural e histórica, la colonia de patriotas cubanos en Nicoya, “La Mansión”, conformada por el mambí Antonio Maceo Grajales quien vivió en Costa Rica entre 1891 y 1895, o las visitas del Apóstol y poeta revolucionario José Martí, el 30 de junio de 1893 y el 5 de junio de 1894, que dejó hermosas descripciones de Costa Rica en su artículo “El domingo en San José”.

Y hoy, más de un siglo después, es un pintor el que arriba a esta bella tierra a mostrarnos su arte. Un pintor emparentado con las raíces afrocubanas y de la que Costa Rica forma parte, y acaba de celebrar orgullosamente como país, su Día de la Persona Negra y la Cultura Afrodescendiente el pasado 31 de agosto. Un pintor, heredero del universo surrealista y caribeño de Wifredo Lam (1902-1982) y lo real maravilloso del escritor Alejo Carpentier (1904-1980).

Humberto Hernández Martínez, “El Negro”, nació en 1958 en “Puerto Esperanza”, un pueblo costero de la más occidental de las provincias cubanas, Pinar del Río. Allí inició sus estudios de Artes Plásticas (1973-1975), y después matriculó en la Escuela Nacional de Arte de La Habana (1975-1980) graduándose en la especialidad de grabado. Pero no fue la gráfica sino la pintura la que lo ha llevado por los caminos del éxito. Ha realizado 45 exposiciones individuales y participado en 90 muestras colectivas. Sus obras pertenecen a colecciones privadas y estatales de una treintena de países, entre ellos, Alemania, Francia, Chile, Italia, Holanda, Jamaica, Suecia y España.

Su obra, se alimenta esencialmente de la creencia del negro cubano de la “espiritualidad del monte” *. En las malezas de Cuba habitan, como en las selvas africanas desde donde nos legaron este credo, los mismos espíritus ancestrales. Adentrarse en la manigua es entrar en contacto directo con fuerzas sobrenaturales a las que se les teme y venera. El monte es sagrado y en el viven las divinidades. Los orishas Elegguá, Oggún, Ochosi, Oko, Ayé, Changó, y los eggun Elekó, Ikús, e Ibbayés.
Los paisajes de Humberto Hernández entonces están cargados de sentido y simbolismo. En ellos se oculta un lenguaje secreto y milenario. Sus cielos tempestuosos, las crecidas violentas de los ríos, el monte herido, los bohíos primitivos, las palmas y los molinos deshechos también nos hablan de una cultura que desaparece, agredida y olvidada. Lo autóctono es amenazado, consumido, por un mundo cada día más globalizado y homogéneo. Sus paisajes no son apacibles remansos de meditación sino agitados terrenos donde se cuece el futuro.

Es en definitiva otra forma de ver el mundo, intentando rescatar la espiritualidad del hombre, sus creencias antiquísimas. El catolicismo español es tan nuestro como la mitología indígena y la espiritualidad africana. Somos todos, caribeños y americanos, productos del mestizaje.

 

Aquí está entonces, del pintor para nosotros, su “corazón de monte”, el lugar sagrado donde un día en tierras lejanas, surgieron a su parecer, los fundamentos del cosmos de nuestros antepasados negros. El lugar donde reside “la energía básica del Universo de lo que todo está constituido y que mantiene el equilibrio y el orden”, el “ashé”, un concepto básico de las religiones yorubas y afrocubanas.

Disfrutemos de esta muestra, la entrega única de un excepcional artista.

Que se abra el monte, “ashé” para ustedes -energía positiva, buena suerte, prosperidad-, y por supuesto, para el artista, “El Negro” Humberto.


Julio del Llano González. (Pinar del Río, Cuba, 1971).
Doctor en Medicina, coleccionista de arte e investigador.


 

 
Julio del Llano González.

Médico, investigador y coleccionista, con profundo interés en la gráfica costarricense y los procesos históricos que rodean el arte

 

Regresar al blog

1 comentario

Interesante artículo muy educativo, desconocía hechos históricos como la migración de cubanos a Costa Rica y su integracion

Rolando Líos Carballo

Deja un comentario

Ten en cuenta que los comentarios deben aprobarse antes de que se publiquen.