De la León a Turrialba: un viaje posible

De la León a Turrialba: un viaje posible

Autor: José Ortiz Follow // Tiempo de lectura 6 min 


Wendell Rivera es un artista que nació en lo urbano y por cosas de la vida, terminó en Turrialba. Nacido en la León XIII, tuvo el ejemplo de su padre Marvin Rodríguez, profesor de dibujo y pintura que le enseñó que en su familia el arte no era un pasatiempo, era una forma de vida. Cuando su padre fallece, surge en Wendell el interés por continuar con el oficio., dedicando tiempo a practicar las cosas que el le había enseñado, aunque en el fondo, la rigidez de lo académico no le era tan cercano a su forma de ser: “… comencé a buscar cómo hacer las cosas de manera diferente, más expresivas. En ese tiempo estaba escaso de recursos y comencé a cortar las camisas. Tenía unas gabachas de un trabajo que me había conseguido y las cortaba para sacar pedazos de tela”. Con esos pedazos de tela, un tarro de óxido “minium” y una espátula construye la serie Crucifixión: “… ya había perdido a mi papá, entonces esa serie era muy brutalista, me ayudaba a evacuar mis sentimientos”.

 

Pintura realizada por Marvin Rodriguez, padre de Wendell. 

 

Desde niño, Wendell siempre encontró una excusa para explorar, le gustaba la estética de las cosas destruidas, de las imágenes fuertes. Poco a poco aparecieron los craquelados, las texturas, los desgastes, los trazos fuera de línea, algunos intencionales otros que terminaron como accidentes felices en su constante búsqueda.

“Me compré un tarro de pintura blanca y salía a recoger cualquier cosa que manchara en La Peregrina, una zona industrial. Me lo llevaba a la casa y lo mezclaba con pintura para crear colores”. Poco a poco fue creando su propia paleta. Cualquier cosa que manchara podía servir como pigmento, el óxido, tintes industriales, aceites, restos de polietileno, literalmente, cualquier cosa.

 

En un entorno como la León XIII, en donde el poder vender un cuadro no parece una posibilidad, fue creando su mercado. Compartía su trabajo en redes, buscaba perfiles de posibles compradores, contactaba coleccionistas y poco a poco su obra comenzó a ser reconocida. Tiempo después sus obras llegaron a la Galería 11-12 y según relata, eso ayudó a que la gente fuera confiando más en su trabajo.

La obra de Wendell Rivera podría definirse en dos grandes momentos: su etapa urbana, en medio de un barrio industrial y su etapa rural, en las montañas de Turrialba.

De su etapa urbana recuerda algunas obras que tienen un significado especial: “… una de ellas es La Urbanización de Los Pericos. Había una convocatoria del Museo del Banco Central, algo sobre como se vería San José en el futuro. Entonces, hice ese trabajo: una textura de un muro con la silueta de unos pericos y una paloma sola, sin pareja. Me lo rechazaron, me dijeron que no era elocuente. Eso me causó decepción y enojo, y hasta intenté destruirlo”. Otra obra que recuerda es Excesos y chocolate ya que marcaba una época muy importante en su vida. En ese momento había decidido dejar la calle y los vicios. Los fines de año eran muy difíciles.: “Un 31 de diciembre decidí crear esa obra… hacer una representación de que hay cosas muy nobles que se pueden conviertir en un exceso, en un gran problema”.

Hay otra obra que también guarda una gran fuerza emocional, titulada Exceso de Agua (+H2O), una referencia a la muerte de su padre.

Un hecho marcó un cambio radical en la vida de Wendell: “Resulta que en la casa en la que yo vivía se me metieron a robar y me hicieron siete heridas con un cuchillo, yo ya a no quería estar más ahí, yo ya no quería estar en San José, y me fui a la zona rural, a Turrialba”. Las montañas, los cañales y los animales rápidamente se ganaron su cariño, disfrutaba del olor de la lluvia y de la zafra. Luego de muchos meses, fue encontrando como mezclarse con el ambiente, como lograr hacerse uno con su entorno: caminatas por los cañales, visitas a la chanchera y alimentar a las vacas hasta lograr que eso se convirtiera en su cotidianidad. De ahí nace una nueva luz en sus obras. Sus sujetos cambian, aparecen nuevos protagonistas: zopilotes, cerdos, vacas, cañales y bosques. No solo hay un cambio en su temática, sino que el campo lo cambia a él: “Resulta que cuando me voy a Turrialba comienzo a prestarle atención al vuelo del zopilote y a la manera en que ellos planean, cómo usan las corrientes de aire para su beneficio. Uno puede hacer un arranque, un comienzo, y luego, aprovechar las circunstancias”.

Wendell Rivera es un vivo ejemplo de precisamente eso, alguien que ha sabido aprovechar cada una de las oportunidades que se le han presentado. Con constancia y determinación ha construido su historia, y hoy, su vida es un ejemplo que confirma que el trabajo constante y la perseverancia son la única llave hacia la excelencia.

Entrevista completa:

 

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