
¿Cómo hablar de arte a los niños?
Autor: José Ortiz · Follow // Tiempo de lectura 13 min
Para nadie es un secreto que mis hijos son muy importantes para mí. El mayor tiene 11 años , disfruta de su escuela, vive enamorado del baloncesto y le encanta dibujar. El menor hace un par de meses cumplió 6 años, un poco más inquieto, pero siempre con una sonrisa y curiosamente lo vuelve loco la escultura. En medio de mi trabajo, que a veces resulta abrumador, siempre hay tiempo para jugar, compartir y reírnos juntos. Siempre han tenido arte a su alrededor, han crecido entre dibujos, pinturas, esculturas y sobre todo, entre artistas, que por una decisión de vida conforman la mayor parte de mis amigos.

Mientras dábamos una vuelta por el Museo de Arte Costarricense, subiendo y bajando en la paradójica cancha de fútbol de Priscilla Monge (Tentaciones del juego), un buen amigo me pregunto: ¿cómo haces para que les guste el arte? La verdad, nunca me lo había planteado, pero creo que vale la pena hacer el ejercicio de construir una estrategia para de manera consciente desarrollar el interés por el arte de manera temprana, no solo como una actividad recreativa, sino como una forma de expresión y conexión con el mundo.
El primer paso: valorar el arte
Creo que el primer paso es darle valor al arte y la primera obra de arte con la que el niño se enfrenta es su propio trabajo. Es importante ofrecer espacio para la creación artística, sin embargo, ese espacio no va a hacer efectivo si no existen las condiciones para que el niño pueda crear. Creo que no hay nada más cruel que regalarle a un niño un buen kit de pintura y decirle: por favor, no te ensucies. El arte en los niños es espontáneo, experimental y, sobre todo, desordenado. Necesitan un lugar donde puedan pintar, ensuciar, echar a perder, desordenar y tener la oportunidad de explorar sin miedo a manchar los muebles nuevos o a recibir regaños.
Admirar y reflexionar sobre el proceso creativo
Una vez que le hemos dado rienda suelta a toda esa tormenta de creatividad, debe haber un espacio para sentarse y admirar el resultado de ese esfuerzo. Eso también es importante, aprender a contemplar y de alguna manera interpretar lo que ha pasado. Hacer una pequeña exposición en la pared, una “visita guiada” o simplemente el hecho de que papá y mamá puedan aplaudir ante semejante derroche de color resulta en una experiencia única y reconfortante para cualquier persona.
Además, es importante ayudarle a interpretar esos sentimientos, preguntarle como se sintió, que fue lo que quiso plasmar en ese papel o en esa escultura, que le provoca y de ese modo enseñarles que el arte también puede tener una intención, un mensaje o una historia detrás.

Contacto directo con el arte: Museos y exposiciones
Otro aspecto fundamental es el contacto directo con el arte. Un paseo a un museo no debe ser el plan B si el día está lluvioso, debe ser el gran día, el día especial en dónde vamos a descubrir un montón de formas, colores y trazos. Al principio mi hijo menor disfrutaba de identificar formas conocidas en las obras que veía. El gato de Carlos Tapia, el perrito de Marisel Jiménez, los animales en las ilustraciones de Juan Manuel Sánchez… así, poco a poco fue llenando su cabeza de una iconografía única e inocente del arte costarricense. Me gusta explicarles al menos de que trata la exposición, pero no los aturdo con detalles, los dejo descubrir las formas, interpretar las figuras y construir. Es imprescindible evitar términos técnicos y complicados que puedan resultar extraños. En su lugar, se debe utilizar un lenguaje claro y directo que fomente la conversación. Hay que promover que los niños expresen lo que sienten y piensan sobre el arte. Hablar sobre sus emociones y experiencias les permite establecer una conexión más profunda con las obras.
Es curioso como a través del tiempo han ido aprendiendo a diferenciar entre un grabado y un dibujo, entre lo que significa una acuarela y un óleo e incluso, con orgullo, puedo decir identifican con alguna certeza un dibujo de Don Jorge Gallardo o un grabado de Amighetti. Así de interesante puede llegar a ser el arte para un niño. Nunca hay que desperdiciar la oportunidad de participar en los talleres que de manera ocasional ofrecen los museos, en ellos se interactúa con obras y con materiales que despiertan el interés de cualquier niño. Son espacios seguros en dónde pueden expresarse y hacer cosas por sí mismos, algo que con la tecnología es cada vez más difícil.
Aprender a través de la repetición y la experiencia
A veces uno tiene dudas de si volverlos a llevar al mismo museo ya que podría resultar aburrido y terminar siendo contraproducente, sin embargo, para la experta en arte Françoise Barbe-Gall la respuesta es muy sencilla. Como la película que ven una y otra vez, los niños disfrutan de las experiencias agradables y no dudan en volver a experimentarla. Llevarlos varias meses a una misma exposición constituye para los niños una experiencia nueva en cada visita. Hay que recordar que para ellos el interés surge de la interpretación propia de las obras con las que interactúan y esa interacción suele ser muy diferente en cada visita.

El encuentro con los artistas: una experiencia transformadora
No menos importante que visitar a los museos es visitar a los artistas. Ver a un pintor crear una obra puede marcar una vida. En alguna ocasión he contado la historia de mi primer encuentro con el arte. Mi papá, fiel admirador de Alexis Vargas, un pintor ramonense, me llevó a recoger un dibujo que le había encargado. Verlo construir una figura a partir de pequeños trazos que salían de una plumilla, de manera firme y constante, me hizo aprender a admirar y respetar a los artistas. Esa experiencia quedó grabada en mi memoria para siempre.
No todos los artistas están dispuestos a interactuar con estos pequeños admiradores, pero tengo que resaltar la experiencia que fue construir pequeñas máscaras de cerámica en el taller de José Montero o vivir el cariño y el aprecio de Marcia Salas mientras les enseñaba a decorar casitas de chocolate, o participar de la creación de un mural familiar con Lucho Castro, Olga Brenes o Vivo Graff. También vale resaltar la labor que hacen personas como Juan Carlos Zúñiga, que con gran convicción organiza grupos de estudiantes de la escuela dónde trabaja para visitar museos y exposiciones, algo que no es poca cosa, considerando las grandes limitaciones que tiene que enfrentar la educación pública. Estas experiencias no solo acercan a los niños al arte, sino que también les enseñan el valor del trabajo creativo y el respeto por quienes dedican su vida a esta labor.
El arte como parte de la vida

Desde pequeños, los niños deben tener la oportunidad de crear y aprender a utilizar las herramientas artísticas como instrumentos de comunicación. Esto no solo fomenta su creatividad, sino que también les ayuda a expresar emociones y pensamientos que quizás no saben cómo verbalizar. Sembrar respeto y admiración por los artistas y sus obras nos llevará, sin duda, a construir una sociedad más sensible, empática y consciente del valor de la cultura.
En definitiva, hablar de arte a los niños no se trata solo de enseñarles técnicas o nombres de artistas famosos. Se trata de abrirles las puertas a un mundo lleno de posibilidades, donde puedan explorar, crear y expresarse libremente.
Sembrar respeto y admiración por los artistas y sus obras no es solo un acto de educación; es un acto de fe en la humanidad. Es creer que, a través del arte, podemos construir una sociedad más sensible, más empática, más consciente de su propia esencia. El arte no solo enriquece sus vidas; les enseña a ver el mundo con otros ojos, a encontrar magia en lo cotidiano y a transformar lo ordinario en extraordinario.
El arte es poderoso, cambia vidas y motiva ilusiones. Mediante el arte, le estamos entregando a los niños las llaves para descubrir quiénes son y, quizás, para cambiar el mundo con su creatividad. Porque el arte no es solo parte de la vida; es la vida misma, en su forma más pura y auténtica.