Carlos Poveda: el dibujo hecho pintura
Autor: José Ortiz · Follow // Tiempo de lectura 9 min
De un hallazgo fortuito de un tarro de esmalte surgió todo un mundo de personajes que vino a irrumpir en la escena artística de Costa Rica y se convertiría en uno de los pilares de neofiguración en nuestro país. Es imposible que un dibujo de Don Carlos pase desapercibido, sus figuras deformes, a veces feas pero que sin embargo transmiten cierta ternura invitan a ver más allá de la línea. Carlos Poveda nació San José un 9 de febrero de 1940 en el Hospital San Juan de Dios y su infancia transcurrió entre el Barrio La Soledad y la Escuela Juan Rudín. Aunque no tuvo una educación formal en artes, fue alumno destacado en el Colegio Vocacional de Artes y Oficios de Cartago (COVAO) e incluso llegó a ganar un concurso de escultura con las paletas de los helados Eskimo (¡sería genial encontrar una foto de eso!). Probablemente su primer reconocimiento público fue el haber ganado el concurso para el logotipo de la Editorial Costa Rica en 1960, así que si tiene un libro de esa época es probable que tenga el logo que diseñó Don Carlos.

Su curiosidad lo llevó a experimentar con el dorso de un pincel utilizando un esmalte que había encontrado tirado. Pronto surgieron líneas que podían ir desde un punto hasta una línea gruesa y de su constante búsqueda aparece la síntesis y alteración de las formas como una herramienta para expresar un deseo de cambio, una necesidad de que la línea tuviese musicalidad, que tuviese un sentimiento mayor. Para Mariamalia Sotela, Carlos Poveda crea figuras “asidas al ancla de sus primeros recuerdos. Figuras dolientes pero suaves e ingenuas”, una idea que vendría reforzarse en el catálogo de la exposición De vengo y dónde estoy del 2015, en la cual se exponen dibujos inéditos de sus primeros años y uno en especial: Recuerdos de la infancia, tiene un significado determinante para el artista, ya que le recuerda aquella época en la cual perdió a su padre en un accidente de avión durante la guerra del 48: “a los 8 años de edad, fui testigo de una guerra civil en Costa Rica que me marcó para el resto de mi vida, ya que mi padre fue una de las tantas víctimas. Vienen a mi mente, en este momento, el pavoroso sonido de las armas de fuego y las bayonetas destrozando los muebles y las paredes de mi hogar. De manera que las angustias y el dolor no me son ajenos, los he vivido en carne propia”.

Curiosamente, en los sesentas se estaba gestando un movimiento de ruptura en el arte costarricense liderado por el Grupo 8, un grupo que introduce una serie de técnicas al país y comienza a hacer exposiciones en la calle, mostrándole al público nuevas formas de hacer arte. En ese grupo había artistas de la talla de Felo García, César Valverde, Luis Daell, Néstor Zeledón, Hernán González, Lola Fernández, Guillermo Combariza, Manuel de la Cruz González y Harold Fonseca, fue este último que lo invitó a que trajera sus dibujos para que todos los pudiesen ver y a partir de ahí, su carrera despegó. Unos meses después, el Grupo 8 es invitado por José Gómes Sicre a realizar una exposición denominada Artista Modernos de Costa Rica en la Organización de Estados Americanos, y es el mismo Sicre quien decide incluir los dibujos de Poveda en esa muestra y lo apoya para que sus dibujos sean incluidos en las exposiciones de la Unión Panamericana y en la Feria Mundial de Nueva York en 1961. Gómez Sicre años antes había descubierto y lanzado internacionalmente al dibujante mejicano José Luis Cuevas y para Poveda resultó un apoyo fundamental, por lo que decidió trasladarse a Washington en 1965. Ese mismo año, contando apenas con 25 años de edad, obtiene una mención honorífica en la VIII Bienal de Sao Paulo y el Premio Aquileo Echeverría con mención en dibujo en Costa Rica. Inocente Palacios, jurado en la VIII Bienal de Sao Pablo escribió sobre el: “La firme decisión en el trazo, la seguridad en la continuidad lineal, la pureza expresiva, el pulcro emplazamiento de la forma en el espacio, nos permitió situar a este artista en el grupo de dibujantes que, dentro de una clara y definida figuración, crean obra de impecable limpidez, utilizando el trazo, la línea y la mancha como únicas herramientas”.

Como si fuera poco, Marta Traba, quien se caracterizaba por sus francas y a veces despiadadas críticas tuvo palabras de elogio para el joven costarricense: “No creo, pues, que sea una coincidencia esta aparición de grandes dibujantes que rescatan el valor del dibujo como hecho independiente, y le conceden de golpe la misma autonomía que a la pintura. José Luis Cuevas, Leonard Baskin, Marcelo Grosman, ahora Carlos Poveda, no son pintores que dibujan sino dibujantes que pintan, es decir, que expresan completamente una idea pictórica y un contenido conceptual y anímico mediante el blanco y el negro. Lo adecuado para describir un mundo que esté por fuera y más allá de lo humano, es emplear el patetismo austero y desgarrador del blanco y negro. La capacidad de Poveda para crear este mundo al margen de la normalidad y sugerir ‘otra’ condición humana, lo coloca entre los grandes dibujantes del continente. Sus ampliaciones y sus deformaciones lo empujan a la misma tragedia barroca que los otros expresan; pero al contrario de ellos su dibujo no es acumulativo, sino que tiende a las elipsis y a las grandes síntesis, a la caligrafía japonesa”. Palabras contundentes de una persona que dejó una huella profunda en el arte latinoamericano.

En una conversación con Edgar Cherubini Don Carlos explica un poco sobre su proceso creativo: “Se trataba de figuras humanas producto de indagaciones gráficas que se producían en mi mente en el mismo instante en que las realizaba, sin haber sido planificadas. Figuras que dibujaba sobre todo en horas de la noche, por aquello del silencio y la concentración. Realizaba un promedio de 4 a 7 dibujos por noche como mínimo y, al día siguiente, ya secos, los analizaba, revisaba y los que no me convencían, ahí mismo los eliminaba”.
Sus primeras obras tratan de la figura humana y sus emociones, son personajes retorcidos, deformes pero que por medio de sus sentimientos siguen siendo humanos. Algunos se relacionan con la tradición indígena y lo shamánico, pero con el tiempo, esas figuras se vuelcan a lo espiritual, al deseo de trascender y de elevarse y terminan convirtiéndose en aves que llegan hasta el cielo.

Don Carlos Poveda es mucho más que dibujos, es un ejemplo de como un joven artista, sin una formación académica convencional supo rodearse de personas que le permitieron crecer y convertirse en un artista trascendente. Eso pone en perspectiva la importancia de que los artistas trabajen juntos en la búsqueda de espacios y oportunidades y de que exista una sana convivencia entre las diferentes generaciones y también, de la responsabilidad de los artistas jóvenes de aprovechar cada instante y convertirlo en una oportunidad para crecer.
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Referencias
- Entrevista RFI Español, 2020, Carlos Poveda, exposición retrospectiva por su 80 aniversario
- Enriqueta Guardia, Carlos Poveda: De dónde vengo y dónde estoy, Museo de Arte Costarricense, 2015
- María Amaria Sotela, Carlos Poveda: Historia de una línea que se agrada
- Luis Fernando Quirós, Carlos Poveda: De donde vengo y adonde estoy, Revista Experimenta
- Edgar Cherubini, Poveda o el arte de dibujar sin una goma de borrar
- Marta Traba, Uno más y distinto: Carlos Poveda, diario La Prensa, Bogotá, Colombia, enero 1966.


