Caminos de barro

Caminos de barro

Obra reciente de Juan Carlos Zúñiga

Autor: José Ortiz Follow // Tiempo de lectura 6 min 

 

Juan Carlos Zúñiga es, como decía mi Tata: un buen carajo. Le gusta conversar, es alegre y disfruta como pocos de la buena música. Vive en Heredia pero no pierde la oportunidad de volver a su tierra nicoyana: “yo soy hijo de Nicoya, soy hijo de Guanacaste”, afirmaba en una entrevista para La Voz de Guanacaste. Su camino por el arte ha sido pausado pero firme. Recuerdo su exposición en la Alianza Francesa hace algunos años, una muestra llena de significado y amor por su tierra. En una pequeña sala supo recrear el Guanacaste que habita en lo más profundo de su ser. Paisajes matéricos y cerámicas que mostraban que Nicoya no es solo tradición, es un estilo de vida que sigue vivo y que en sus manos ha adquirido una nueva fuerza. Sorteando las malas noticias del día, los asesinatos, las amenazas de huelga, uno que otro terraplanista y lo último de la decadente farándula tica, me topé con fotografías de las últimas piezas que, literalmente, vienen saliendo del horno de Juan Carlos Zúñiga: una serie de comales que juegan con el concepto de funcionalidad y simbolismo.

Fotografías por Luis Moralegui

 

Se trata de una serie que se viene gestando desde hace más de un año. Según relata Juan Carlos, cada momento libre era una excusa para comenzar a tallar con los instrumentos más básicos.  Con paciencia y sumo cuidado fue dándole forma a pequeños trozos de arcilla hasta que los diseños que se asomaban en sus pensamientos se fueron materializando en pequeños sellos. Durante ese tiempo, mientras trabajaba, venían a su mente imágenes de caminos llenos de barro: el transitar difícil, el andar lento y el olor característico del suelo mojado. A partir de ahí inicia un proceso de experimentación. Al poner aquellos cilindros entre sus dedos y llevarlos a la arcilla fresca aparecen en esos trazos la dificultad para avanzar , el quedarse atrapado, el perder el rumbo y todo lo que puede ocurrir en un camino de barro. Se hace manifiesta una nostalgia por el ayer, que aunque en su momento parecía una gran tribulación, hoy es un recuerdo que aviva momentos de una tierra que extraña. La obra de Zúñiga está llena de emoción y nostalgia, siempre con el lenguaje matérico que lo ha caracterizado, pero esta vez enfatizando la metáfora del desgaste en el barro y el paso del tiempo.

Fotografía por Pablo Sibaja

 

No es nuevo el interés de Juan Carlos por el dibujo y el diseño presentes en las vasijas y demás utensilios utilizados antes de la llegada de Colón: “… el dibujo precolombino es puro, auténtico y es imposible que pase desapercibido”. Algo tan utilitario como un comal adquiere un carácter ceremonial al ser marcado por los diseños que durante la época precolombina adornaron los cuerpos, la vestimenta y los utensilios de las personas que habitaron estas tierras.

La obra de Juan Carlos surge de la investigación, desde los materiales, que extrae de su experiencia cotidiana, hasta los procesos técnicos y situaciones vivenciales que dan cabida a un “paisaje personal”. No es de extrañar la reproducción de diseños que han sido bien estudiados como es el caso del guiloche o banda trenzada, que generalmente representa a dos serpientes y aparece de manera constante en materiales del Pacífico Norte desde el año 300 a.C. hasta el 700 d.C., formando parte de las decoraciones de jades, cerámicas y metates. Estos objetos decorados con diseños han aparecido como ofrendas funerarias en enterramientos de personajes de alto rango. Carlos Montalvo, curador del Museo Casa del Alabado en Ecuador, identifica un punto clave: “…la fuerza del sello radica en su capacidad de transferir imágenes y portar mensajes codificados. De ahí que quien resguarda el sello no sólo posee el objeto, sino también el mensaje, la potestad de transmitirlo, la capacidad de identificarse a través de él y de plasmarlo a voluntad, volviéndolo de esta manera icónico”. De este modo, al plasmar esos sellos en sus obras y al colocar el propio sello como parte de las mismas se hace manifiesto el interés de dar visibilidad al diseño y simbolismo del sello, pero también al sello mismo y al individuo al que le pertenecía. Se trata de acercarse a una tradición pero teniendo claro que lo hace desde otra época, desde el presente.

Fotografías por Luis Moralegui

Por medio del uso de símbolos y patrones que evocan lo precolombino y con la reinterpretación de estos en un lenguaje actual, Zúñiga reconstruye y se “apropia” respetuosamente de las tradiciones de Guanacaste, sin que ello signifique limitarse a una mera reproducción estética. Trabaja con el barro que extrae cerca de su casa y hornea con un horno de barro que construyó con sus amigos cercanos de Corralillo y  San Vicente, bajo la mirada atenta de sus parientes y como dejó constancia en el catálogo de Mestizo: “… sueña con las leyendas que encontró en el regazo de su abuela, degusta las rosquillas del maíz que se cultiva en los predios familiares y los signos presentes en los petroglifos de la región, los cuáles le inspiran y los convierte en signos para poblar sus obras”.

Fotografías por Luis Moralegui

 

Por todo esto, la obra de Juan Carlos se convierte en una reflexión constante sobre el valor de la tradición en un mundo moderno que tiende a despojarse de sus orígenes, es una invitación a valorar lo que somos, a través de una mirada fresca y renovada hacia el pasado, convirtiéndolo en un artista único, que de acuerdo a los preceptos del maestro Jorge Gallardo, se planta fuerte ante las tendencias decorativistas que eluden los problemas fundamentales del hombre y se refugian en la llana especulación intelectual.

Fotografía por Pablo Sibaja

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