Arte contemporáneo Costarricense

Arte contemporáneo Costarricense

Autor: Alina González Follow // Tiempo de lectura 6 min

Haciendo una pequeña reflexión, me pregunto: ¿qué se entiende por arte contemporáneo? ¿Qué define y dónde empieza el arte contemporáneo? ¿No son Tamara de Lempicka, Tarsila do Amaral, Wifredo Lam, Alice Neel, Joan Mitchell, Francis Bacon, Marisol Escoba, Jesús Soto, Suzanne Valadon, artistas contemporáneos porque nacieron en el siglo XX? ¿Es solo arte contemporáneo, lo abstracto, lo matérico, la instalación, el performance, el video arte ó lo producido en Europa y Nueva York? Si eliminamos los adjetivos a lo que se denomina como arte renacentista, arte barroco, arte abstracto, arte latinoamericano, arte griego, arte africano nos queda simplemente la palabra “arte”. Todos esos adjetivos no son más que denominaciones, categorías o “etiquetas” que de alguna manera condicionan, privilegian o excluyen lo que se percibe, se mira o se entiende como Arte. ¿Qué hace, por ejemplo, que una obra de un artista francés o italiano esté en un museo y no la de un artista cubano, mexicano o costarricense? El simple hecho de que se trata de un asunto hegemónico.

Entonces, si le agregamos a la palabra “artista” contemporáneo cobra esta una dimensión o sentido distinto. Es como una manera de privilegias a aquel/aquella que hace o produce Arte.
Para no entrar en tanto detalle histórico podríamos decir que en Costa Rica el término “arte contemporáneo” aparece y cobra en 1984 una importancia singular al crearse la Galería Nacional de Arte Contemporáneo (GANAC) y luego, en 1994 con el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC). En ambos casos, se intenta sustituir el término de arte costarricense, o bien, “lo local”, para legitimar “lo foráneo”, allende nuestras fronteras.

¿A qué nos remite esto históricamente? Justo a una negación con respecto a nuestro pasado local, como costarricenses, la misma actitud que la oligarquía asume a finales del siglo XIX, quien niega todo el pasado colonial e indígena. ¿Y cuál fue el arte que se importó en ese momento sino un arte europeizante como metáfora de la blancura. Ejemplo de ello: el Teatro Nacional, una escultura “blanca” en mármol, una pintura decadente, la estatuaria laica para cementerios, un Monumento dedicado a la gesta heroica de 1856, hecho en Francia, un Monumento al “héroe nacional” Juan Santamaría tomando como modelo la de una joven europeo/blanco y no la de un criollo-mestizo.



En esa misma década de fin de siglo se inauguró el Teatro Nacional y se creó la Escuela Nacional de Bellas Artes que será dirigida por el pintor español Tomás Povedano, contemporáneo de los artistas Enrique Echandi y Juan Ramón Bonilla, los dos primeros artistas costarricenses que se forman en el exterior, o bien, en Europa. En toda esa europeización que sufre el país, los talleres imagineros mantienen viva la tradición colonial y básicamente esculpen imágenes policromadas para las iglesias. Y es en esos talleres, a principios del siglo XX, en donde se forman los escultores de los años treinta, quienes van a preferir la piedra volcánica, propia de la escultura prehispánica, en lugar el mármol y como rescate de lo autóctono y lo precolombino.

Tanto los/las escultores como los/las pintores de esta generación crean en un ambiente completamente local donde no existían ni los museos ni las galerías de arte. Un caso excepcional fue Max Jiménez quien se forma en el París de los años veinte del siglo pasado. Y como tantos y tantas otres artistas latinoamericanos se nutre del arte de vanguardia. Un arte disruptivo que rompe con el arte académico y con toda aquella estética neoclásica con la que se decora el Teatro Nacional. Y es Max Jiménez, el artista que le aporta a la generación de los treinta nuevos conceptos estéticos.

Llegados a los sesenta, una nueva generación de artistas costarricenses que se forma en el extranjero y en franca oposición al entonces “arte local”, introduce la abstracción. Y en su manifiesto como agrupación, escriben: “A falta de un Ministerio de Cultura”. Una frase que va a cobrar una significativo cambio dentro de la cultura nacional. Para entonces escasas aún las galerías de arte que existían en el país. En 1971 se crea el Ministerio de Cultura y partir de ese momento la cultura empieza a ser controlada por el Estado. En ese mismo año de 1971, se lleva a cabo la Primera Bienal Centroamericana de Pintura, evento en el cual figura como parte del jurado la importante crítica de arte Marta Traba. También se organizan los primeros Salones Anuales de Artes Plásticas. El arte para entonces. Denominado como “arte de protesta”, responde a los conflictos bélicos y sociales que se viven en el área centroamericana y en Latinoamérica. Siendo ministro de Cultura, Guido Sáenz, crea en 1977, por ley #6091 el Museo de Arte Costarricense con ian idea según palabras del mismo Guido Sáenz “…como un homenaje a la generación de los años treinta”.


Producto de la crisis que sufre el país a finales del década de los años sesenta, los Salones de Artes Plásticas, patrocinados por el Estado, dejan de hacerse en sus cinco disciplinas (dibujo, pintura, escultura, grabado y fotografía). Y es en ese panorama, en donde aparece en escena la empresa privada de Lachner & Sáenz, quien intenta restarle protagonismo al Estado en el plano cultural organizando así, sus propias Bienales a inicios de los años ochenta (1984-1993). También aparece en escena la galería privada de Jacob Karpio Atma Gallery. Arte contemporáneo quien promueve artistas extranjeros y un círculo reducido de artistas locales costarricenses. En ese mismo año de 19845, el curador de arte internacional del MAC, Luis Chacón, convierte la Sala Marchena de la Biblioteca Nacional en la Galería de Arte Contemporáneo (GANAC) donde lleva a cabo importantes muestras colectivas e individuales de artistas nacionales e internacionales. Recordamos “Corpus Christi. América Latina” de Rafael Ottón Solís como las muestras individuales de Richard Hambleton, Eve Sonneman, Sandro Chía Rosemary Reynolds, C.J.Yao, Luis Díaz, Kazuya Sakai, Carlos Torres, Leslie Tannahil, colectivas como la del Neo-expresionismo alemán, representada por Peter Adamski Ludwig Arnold, Elvira Bach, Georg Baselitz, Peter Bömmels, Werner Büttner, Walter Dahn, Georg Jiri Dokoupil, Rainer Fetting. K.H.Hödicke, Jörg Immendorf, Martin Kippenberger, Markus Lüpertz Helmut Middendorf, Albert Oehlen, A.R.Penck, entre otros y “La huella del artista” en donde estaban representados artistas como Vito Acconci, Jennifer Bartlett, Jonathan Borofsky, Chuck Close, Mark di Suvero, Helen Frankenthaler Joan Mitchell, Robert Longo, Frank Stella, exposiciones que, sin lugar a dudas, produjeron un fuerte impacto en el ambiente artístico local.

La GANAC habría de ser el antecedente del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) creado durante la administración de Rafael Ángel Calderón. Bajo la dirección de Virginia Pérez-Ratton como directora, logra darle con sus propuestas museísticas y proyectos curatoriales, una imagen al arte costarricense centrada básicamente en el arte contemporáneo, como una negación o resistencia a lo producido localmente por los/las artistas. Ella afirmaría que el arte contemporáneo costarricense se inicia a partir de la creación del MADC. Lo que nos remite a lo que señalé al principio con respecto ala visión oligárquica de finales del siglo XIX cuando fue introducida en el país toda una estética europeizante y decadente.

En la década de los años noventa desparecen los Salones Nacionales y también las Bienales de L&S. Pero en sustitución a ello, se organizan las Bienartes patrocinadas por un gurpo llamado “empresarios del arte”. Se pone de moda lo que llega a denominarse como post-modernidad. Lols/las criticxs privadxs del arte ejercen una ejercen una gran influencia en cuanto a la estética que debe privar en el arte contemporáneo costarricense.

© Alina González, 2024

 

 

Alina González

Artista visual, curadora e investigadora en arte

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