Abstratio Cuir: Refugio, Resistencia y Utopía: La Abstracción Queer Costarricense a Través de Generaciones

Abstratio Cuir: Refugio, Resistencia y Utopía: La Abstracción Queer Costarricense a Través de Generaciones

Autor: Eugenia Piza Lopez Follow // Tiempo de lectura 8 min

La Exposición: Un Manifiesto Visual contra el Silencio

En el corazón de San José, el Centro Cultural de España acoge Abstractio Cuir (junio-septiembre 2025), una exposición curada por Gary Hior, que reúne a 17 artistas costarricenses de tres generaciones. Esta muestra plantea un hallazgo oculto: mucha de la abstracción en Costa Rica fue liderada por disidentes sexuales, quienes encontraron en la no- figuración un espacio liberador y subversivo. Desde Guillermo "Memo" Jiménez (1922-1988), quien vivió su homosexualidad abiertamente en los años 60, hasta artistas contemporáneos como Emma Segura, una artista trans, y Néstor Fajardo, la exposición traza una potente conexión entre la abstracción y la identidad queer. Abstractio Cuir se erige como un acto de reparación histórica, desvelando cómo el arte abstracto sirvió para muchos como refugio en una sociedad conservadora, permitiendo visibilizar, resistir y sanar. Bajo la curaduría de Hior, esta muestra no solo nos invita a observar arte, sino a experimentar una transformación profunda, donde las formas no figurativas se convierten en el lenguaje de la resistencia y la reivindicación “el arte abstracto queer ofrece un espacio vibrante para explorar identidades y experiencias a través de formas inesperadas e innovadoras”. Así, Abstractio Cuir no solo observa un fenómeno local, sino que dialoga con teorías y exposiciones internacionales como Queer Abstraction (EE. UU., 2019), que definieron la abstracción como herramienta política queer.

La Abstracción como Refugio y Resistencia: Una Perspectiva Queer en Abstractio Cuir

No he podido conversar con todos los artistas de Abstractio Cuir para saber si su abstracción es una forma consciente de expresar su identidad diversa o si simplemente son artistas gais, trans o lesbianas que se expresan a través de la abstracción. Sin embargo, ambas posibilidades son igualmente significativas. Si es lo primero, la exposición se convierte en un manifiesto político, un grito de visibilidad; si es lo segundo, es una declaración poderosa, pues estos artistas han elegido participar en una muestra cuyo núcleo político es precisamente la afirmación de la identidad queer, que se resiste y se celebra a través de la creación.

En Abstractio Cuir, la abstracción se convierte en un refugio frente a los regímenes normativos, un espacio donde las identidades queer pueden existir más allá de las limitaciones de las categorías sociales tradicionales. El término "queer" (cuir) se refiere a una forma de ser, amar y vivir fuera de las normas heteronormativas y de género, celebrando la pluralidad y la fluides de las identidades. En la penumbra del canon artístico costarricense late una genealogía oculta de abstracción queer, un hilo subterráneo que conecta a distintas generaciones de artistas disidentes. Como señala David Getsy, la abstracción se erige como una “herramienta política queer” que tiene el “potencial para crear mundos menos restringidos”. Para él, muchos artistas LGBTQ+ han adoptado la abstracción precisamente para subvertir las normas visuales dominantes, ofreciendo "ambigüedad y apertura", desafiando la vigilancia cotidiana. Esta forma de arte permite escapar de las rígidas categorías sociales y explorar nuevas formas de ser.

Por su parte, José Esteban Muñoz considera la abstracción como una “estrategia utópica”, que “no representa directamente cuerpos o identidades, sino que anuncia mundos posibles”. En su libro Cruising Utopia (2009), Muñoz plantea que el arte queer puede proyectar un futuro inclusivo, donde las identidades queer no solo existen, sino que se transforman y se liberan. La abstracción, para él, se convierte en un lenguaje que sugiere la “potencialidad de otro mundo”, donde las restricciones sociales desaparecen y las identidades queer encuentran nuevas formas de existencia.

En Abstractio Cuir, la abstracción no solo cuestiona, sino que subvierten las normas, transformando el dolor en resistencia y belleza. Aquí, la abstracción es un espacio de liberación, una celebración silenciosa de lo diverso. Los artistas abren nuevas posibilidades para que las identidades queer se reconfiguren y se celebren, creando un espacio seguro donde la autenticidad no depende de las categorías sociales dominantes. Cada trazo y forma reafirma que la resistencia queer no siempre tiene que ser ruidosa; a veces, reside en la sutileza del color, la forma y el gesto.

La Abstracción Queer Costarricense: Un Acto de Resistencia y Reconfiguración

La relación entre abstracción y arte queer en Costa Rica ha evolucionado, reflejando influencias globales adaptadas al contexto local. Desde los años 60, con figuras como Guillermo Jiménez, hasta la radicalidad de artistas contemporáneos como Ale Rambar y Dino Urpí, la abstracción en Costa Rica ha cuestionado las normas visuales y sociales, ofreciendo alternativas a las narrativas hegemónicas sobre género y sexualidad. En Abstractio Cuir, los artistas continúan esta tradición, entrelazando identidades fluidas y formas abstractas, creando un espacio de visibilidad para identidades históricamente invisibilizadas.

De la Abstracción como Refugio: Guillermo Jiménez y el Amanecer de la Visibilidad Queer

En la década de 1960, cuando la homosexualidad vivida en público era prácticamente inimaginable en Centroamérica, Guillermo “Memo” Jiménez rompió silencios. Cofundador del Grupo Ocho, introdujo en Costa Rica lenguajes contemporáneos inéditos para la región —como el action painting—, enseñando a una generación de artistas a experimentar más allá de las fronteras impuestas. Obras como Vorágine (1965) transformaron la abstracción en un refugio donde lo queer podía existir sin persecución. Su labor docente y creativa situó a Costa Rica como un laboratorio de innovación plástica en el istmo, adelantándose a debates que en otros países centroamericanos llegarían décadas después.

Resistencias Cromáticas: Fabio Herrera y Mario Maffioli en los 80 y 90

Con el tránsito a las décadas de 1980 y 1990, el contexto cambió, pero la abstracción siguió siendo trinchera. Fabio Herrera la convirtió en puente entre paisaje y subjetividad, mientras que Mario Maffioli, en obras como Sin título (2025), volcó en el color una intensidad emocional que desafiaba la homogeneización cultural y social de la época. Este uso expresivo y subjetivo del color, comparable a las búsquedas de artistas como Howard Hodgkin o Etel Adnan, reforzó la noción de que la pintura podía ser un lenguaje de resistencia emocional y política. En un entorno regional donde lo queer permanecía mayoritariamente invisible, Costa Rica consolidaba un espacio para que estas expresiones encontraran legitimidad artística.

De la Censura a la Liberación: Ale Rambar y la Subversión Contemporánea

En el siglo XXI, artistas como Ale Rambar han llevado la tradición de resistencia queer hacia el terreno global. Su obra Esperanza (2023) —censurada en Catar— utiliza el papel como material frágil y vulnerable, pero cargado de potencia simbólica, para convertir la represión en acto liberador. Estas piezas, concebidas como contenedores de “voces silenciadas”, dialogan con un contexto internacional donde la censura sigue marcando la experiencia queer, desde Rusia hasta Medio Oriente. Al exhibirlas en San José, Rambar no solo restituye esas voces al espacio público, sino que reafirma el papel de Costa Rica como referente regional: un país que, pese a sus propias tensiones internas, ha ofrecido visibilidad y legitimidad a la producción artística queer más allá de sus fronteras.

En Abstractio Cuir, la abstracción se presenta como un espacio para la liberación emocional y política, donde cada obra desafía las normas sociales y culturales. Jonatan Alfaro, en su serie Lírica, transforma el paisaje en un espacio emocional, usando el color como un medio de resistencia. Su obra invita a cuestionar las normativas emocionales, subrayando la liberación y la pasión como esenciales para la experiencia queer.

El cuerpo como territorio cuir

En el arte cuir, el cuerpo es refugio y trinchera: superficie donde se inscriben afectos, heridas y resistencias. Es un espacio político y emocional que proyecta lo íntimo hacia lo público, oscilando entre la visibilidad y el silencio. Erik F. Rojas, en La piel recuerda, imprime sobre piel de cerdo para explorar poder, memoria y libertad afectiva, cuestionando etiquetas impuestas. Alina González, con La carne se retuerce I y II, hace de la piel metáfora del amor y el desamor, capturando la torsión emocional del vínculo roto. Emma Segura Calderón, en Paisajes corpóreo-identitarios, utiliza esculturas blandas como extensiones del cuerpo trans, desafiando las normas de visibilidad queer. Mario Cárdenas Hernández, en Volatibilidad entrañable, convierte el impulso visceral en gesto pictórico; trazos que enfrentan el miedo y las restricciones de un cuerpo gordo, rural, trans y no binario, transformando vulnerabilidad en fuerza.

Espacios que nos contienen

En el arte queer, el espacio no es solo un escenario: es un refugio, una extensión del cuerpo y un territorio de afirmación. Crear un espacio —físico, simbólico o imaginario— significa reclamar el derecho a existir y a narrarse fuera de los márgenes impuestos. Fabio Herrera, en su serie de los años 90, transforma la abstracción en un lugar íntimo donde la naturaleza se vuelve puente hacia la identidad, abriendo claros de libertad en medio de la hostilidad. Javier Martén, con Introspección (2025), entrelaza arte y arquitectura paisajística para erigir un territorio de contemplación en el que lo micro y lo macro dialogan, invitando a nuevas percepciones y a una espiritualidad que acoge la diferencia. Roberto Lizano, en El ojo, desmonta las convenciones que encasillan la expresión queer; con materiales reciclados construye un espacio crítico que devuelve la mirada, cuestionando prejuicios y recuperando la posibilidad de ver(se) desde otro lugar. Como señala Gary Hior: «En el arte queer, el espacio es también piel: nos protege, nos define y nos recuerda que la creación es inseparable del acto de habitarnos a nosotros mismos».

Emociones como geografía interior

En el arte queer, la emoción es más que un estado pasajero: es un territorio a recorrer, un lenguaje que traduce la intimidad en imágenes, formas o gestos. En Costa Rica y en otros rincones del mundo, artistas han convertido sus paisajes emocionales en mapas de identidad y resistencia. Pienso, por ejemplo, en las pinturas de la estadounidense Mickalene Thomas, que despliegan fragmentos de deseo, memoria y autoafirmación para reivindicar cuerpos e historias queer invisibilizadas. Aquí, como allá, la emoción no se limita a la experiencia individual: se expande para resonar en la memoria colectiva.

Ale Rambar teje su obra desde un pulso interno que conecta su historia personal con la de quienes comparten luchas semejantes. Sus instalaciones, formadas por franjas textiles o láminas de papel dispuestas en patrones casi ceremoniales, funcionan como retratos simbólicos de individuos que, al unirse, construyen una comunidad sostenida por la diversidad. En Sin Título, Mario Maffioli despliega una pintura que nace de la intuición y del diálogo con su propio subconsciente. La fuerza del color y la densidad simbólica de sus imágenes transforman el lienzo en una suerte de portal, una invitación a entrar en su imaginario y leer en él la huella de lo no dicho. Dino Urpí fusiona la abstracción pictórica con el glitch art para abrir fisuras donde dialogan lo indígena y lo queer. Entre capas y distorsiones digitales, recupera memorias ancestrales que imagina conviviendo en armonía, haciendo de su obra un puente entre herencia y disidencia.

Política y color: dos lenguajes, una misma resistencia

En la exposición, las obras de Néstor Fajardo y Jorge Murillo demuestran que la resistencia queer puede expresarse con voces muy distintas: una, desde la crudeza de la denuncia; la otra, desde la afirmación luminosa del color. Fajardo, en Crimen de Odio, emplea textiles cargados de historia íntima y litúrgica, impregnados con su propia sangre, para trazar mapas de violencia que son también gestos de memoria y cuidado. Su trabajo entronca con una tradición de arte político queer que ha hecho de la corporalidad un archivo vivo —de Félix González-Torres a David Wojnarowicz— para enfrentar la invisibilidad y reclamar justicia. Murillo, en Diversidad + Complejidad + Pluralidad, opta por la geometría y la paleta de la bandera del orgullo como un manifiesto visual de celebración y desafío, siguiendo el linaje de artistas como Gilbert & George o Zanele Muholi, que han convertido el color en emblema de identidad y resistencia. Aunque sus caminos sean diferentes —el testimonio sangrado frente a la arquitectura cromática—, ambos revelan que en el arte queer, política y estética son inseparables cuando el objetivo es afirmar la existencia y transformar la mirada social.

Viajes y transiciones: del paisaje externo al territorio interno

Como afirma Gary Hior, «en el arte queer, viajar no es solo cambiar de lugar, sino abrir un espacio donde el alma se reconoce». Las obras de Diana Gardeneira y Mariela A. Porras-Chaverri enmarcan la muestra con un diálogo entre desplazamiento geográfico y viaje interior. No se trata únicamente de desplazarse geográficamente, sino de atravesar un territorio interior donde identidad y memoria se reescriben a cada paso. En el arte queer, estos viajes y transiciones no son ajenos a experiencias internacionales: desde las travesías emocionales de David Hockney al reinterpretar paisajes personales, hasta la exploración migrante y diaspórica de Zanele Muholi, lo geográfico se convierte en espejo de lo íntimo y lo político. Porras-Chaverri reinterpreta el Guanacaste de su infancia, transformando la ruta entre Cañas y Tilarán en un autorretrato abstracto que contrasta ruralidad y capital para explorar las intersecciones de identidad, territorio y pertenencia. Gardeneira, en El mar de postal vainilla, fusiona imágenes y palabras para narrar el desarraigo, la bisexualidad, el poliamor y los vínculos transnacionales, convirtiendo la migración en un manifiesto íntimo y político. Juntas, revelan cómo en la pintura queer los paisajes externos son espejos de paisajes emocionales en constante transición.

En conjunto, estos artistas muestran cómo la abstracción sigue siendo un espacio crucial para la subversión de las normas y la creación de futuros posibles, donde las identidades queer no solo sobreviven, sino que se reconfiguran y celebran. Cada obra abre un espacio seguro de resistencia, ofreciendo nuevas posibilidades de visibilidad y empoderamiento en un mundo que continúa desafiando la autenticidad de estas identidades.

Un Testimonio de Resistencia y Liberación

Abstractio Cuir revela cómo la abstracción sigue siendo un refugio para subvertir las normas sociales. Como dice Gary Hior: "La abstracción crea mundos sin límites donde ser auténtico no es un delito". En cada trazo, los artistas no solo cuestionan las normas, sino que las destruyen, convirtiendo el dolor en belleza y la lucha en empoderamiento. Estas voces queer, de diversas generaciones, hacen del arte un refugio donde la identidad no solo sobrevive, sino que se celebra. Abstractio Cuir se erige como un manifiesto vivo, recordándonos que la verdadera resistencia no siempre es ruidosa, sino que a menudo radica en la sutileza del color, la forma y el gesto. En un contexto donde las identidades queer continúan siendo atacadas, esta exposición abre nuevas posibilidades, mostrándonos que la abstracción no es solo resistencia, sino un acto liberador que invita a la creación de futuros alternativos donde la libertad y la aceptación sean posibles.

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