Abstractio Cuir, cuando las formas no bastan

Abstractio Cuir, cuando las formas no bastan

Autor: José Ortiz Follow  // Tiempo de lectura 6 min

En el Centro Cultural de España en Costa Rica se presenta Abstractio Cuir, una exposición colectiva curada por Gary Hior y que responde a una convocatoria dirigida a revisar la relación entre el arte abstracto y la comunidad cuir.

Lo primero que llama la atención es que al ingresar a la sala se da un merecido homenaje al artista Guillermo Jiménez, miembro del Grupo 8 y que dedico gran parte de su carrera a la abstracción, con una obra caracterizada por el dripping y la formas geométricas. En un fondo carmesí sobresale uno de sus autorretratos, de muy buena factura, y además, dos obras abstractas muy a tono con el objetivo de la muestra.

Hay que tener claro que el arte abstracto, desde sus orígenes en el siglo XX (con artistas como Wassily Kandinsky o Kazimir Malévich), rompe con la necesidad de representar el mundo de manera figurativa. Apostó por lo no representacional, lo subjetivo, lo emocional. En esto, lo abstracto se asemeja a lo cuir, ya que cuestiona las normativas de género, sexualidad, cuerpo e identidad. Así como el arte abstracto desafía los cánones visuales, lo cuir desafía los códigos sociales y culturales establecidos. Así como lo abstracto genera imágenes que no pueden leerse de forma directa, lo cuir apuesta por lo ambiguo y se aprovecha de lo no figurativo para  representar subjetividades que no encajan en los modelos tradicionales.

Artistas como Felix Gonzalez-Torres, Zackary Drucker o Julie Mehretu utilizan estrategias abstractas para hablar de deseo, género, migración, raza e identidad desde una mirada cuir. El colectivo “Sick Time, Crip Time, Caring Time”, por ejemplo, usa abstracción para articular temas de cuidado, enfermedad y subjetividad trans y cuir.
En este caso, se trata de lo que pasa en Costa Rica. La muestra reúne obras de artistas consolidados como Fabio Herrera, Alina González, Mario Maffioli y Roberto Lizano, junto a otros artistas más jóvenes o poco conocidos.

La primera sala es dominada por la instalación de Emma Segura Calderón, una escultura blanda de gran formato que emerge de una investigación autorreferencial, posicionando el cuerpo trans como territorio y materia viva. Suspendida en el aire, la obra evoca formas orgánicas ambiguas, entre lo intestinal, lo tentacular y lo vegetal, que transgreden el canon de lo bello y lo monumental en la escultura tradicional.El uso de cabello humano, ensamblado de forma estratégica en algunas de las protuberancias, funciona como un marcador identitario cargado de significado, que introduce la corporalidad trans, lo íntimo. La obra dialoga con artistas como Louise Bourgeois, Eva Hesse o Shoplifter (Hrafnhildur Arnardóttir), quienes han trabajado el cuerpo expandido, la memoria corporal y los materiales blandos como formas de resistencia.

También se expone Volatilidad Extrañable de Mario Cárdenas, un tríptico, en el que cada lienzo presenta una figura humana, pintada con pinceladas gestuales, en una gama monocromática de grises y negros, salpicados por manchas de rojo que evocan sangre o dolor. Las figuras están esbozadas con un trazo violento y difuso, en una tensión constante entre el retrato y la disolución. Las pinceladas sugieren movimiento interno, inestabilidad emocional o psíquica, más que una representación estática del cuerpo. De acuerdo al texto de Hior “una pieza que aborda el encierro, las restricciones y el miedo inherente a habitar un cuerpo gordo rural trans no binario”.

En el centro de la sala principal se ubica la escultura de Javier Martén “Ente G5”, flanqueada por una combinación de arte joven y experiencia. Mario Maffioli y Fabio Herrera confirman con sus obras porque se han hecho de un nombre en el Arte Costarricense. Dino Urpí, un artista multidisciplinario cuya práctica sintetiza predominante la performance y la pintura, presenta Enty, en donde despliega una compleja coreografía de formas sinuosas, entramadas y entrelazadas, donde los colores planos se superponen sobre un fondo más atmosférico, casi aerografiado, que le da profundidad y vibración. La superficie combina áreas de opacidad mate con zonas más saturadas y brillantes, generando tensiones visuales que activan el plano pictórico. También llama la atención la obra geométrica de Jorge Murillo, que muy acorde a su formación como arquitecto, confiere a sus composiciones una notable precisión estructural y un respeto por la síntesis. 

Como cierre, los Amatorios de Alina González, obras que muestran personajes apasionados que se funden en una masa, ya que para ella “el amor es un nudo inextricable, el nudo del abrazo, la compactación de los seres que se unen por tensas motivaciones y lazos físicos hasta llegar a constituir un todo, un puño de sensaciones y angustias comulgadas en un instante”.

Abstractio Cuir se presenta como un ejercicio curatorial que amplía los límites de la abstracción al ponerla en contacto con nuevas sensibilidades y discursos estéticos. Lejos de ofrecer respuestas cerradas, la muestra abre preguntas sobre cómo las formas no figurativas pueden hablar del cuerpo, la emoción y la experiencia personal. A través de una diversidad de lenguajes y generaciones, la exposición invita a mirar la abstracción desde otros lugares: no como una evasión de lo real, sino como una vía para expresar aquello que no siempre se puede nombrar, pero que sí puede sentirse.

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