A través de la ventana, realidades y tendencias en el mercado del arte

A través de la ventana, realidades y tendencias en el mercado del arte

Autor: José Ortiz Follow // Tiempo de lectura 7 min

Cómo una persona que aprecia el Arte pero que no necesariamente es parte de la escena cultural, me parece interesante asomarme a la gran ventana del arte global y tratar de obtener una visión sobre que es lo que está ocurriendo con los artistas y los espacios culturales en el mundo, ya que más temprano que tarde, todos esos procesos van a cambiar de algún modo lo que se hace en Costa Rica.

No importa el país, la oferta cultural de los diferentes museos y galerías está abarrotadas de nombres consagrados, en su mayoría hombres y algunas mujeres, una práctica de hace ya décadas, en dónde el mercado del arte tiende a favorecer a artistas ya establecidos, un fenómeno que se debe, en parte, a la búsqueda de seguridad y la preferencia por figuras cuya relevancia y valor ya han sido probados en el tiempo. Sin embargo, esto hace saltar la pregunta que muchos nos hacemos: ¿Dónde están los artistas jóvenes?. La respuesta parece estar en los espacios marginales y alternativos de exposición, en plataformas digitales y en colectivos artísticos que desafían el status quo. En España El Matadero y Casa Encendida, en Londres The Bomb Factory y TACO!, en Argentina La ENE y así en cada rincón del mundo surgen espacios que unen a los artistas y permiten una interacción más trasparente con los amantes del arte. Costa Rica no escapa a esta tendencia y he sido testigo del auge de espacios privados no tradicionales como Despacio, Abra.espacio, Temporal y otros aún más alternativos como Subterráneo o Espacio Informal. En ellos han confluido artistas de diferentes disciplinas y se han convertido en crisol para proyectos que han impactado el diario quehacer del arte costarricense.

Hay algo que llama poderosamente la atención, y es que a pesar de que los Salones Nacionales y otras iniciativas estatales se han ofrecido como plataformas de visualización y validación, son estos nuevos espacios los que paulatinamente han ido atrayendo a los jóvenes artistas, amantes del arte y con más frecuencia, a nuevas generaciones de coleccionistas que no han encontrado en las galerías tradicionales la posibilidad de una experiencia más allá de la compra de un bien.

Para un sector del ambiente cultural, estamos en un punto de inflexión, marcado por una profunda reflexión sobre el valor estético y el papel del arte en la sociedad. En este contexto, el auge de lo feo frente a la apreciación tradicional de lo bello y hermoso destaca como una tendencia disruptiva, desafiando las nociones establecidas y fomentando un diálogo crítico sobre la estética y su significado. Esto no es nuevo, sin embargo, en la actualidad se ha renovado esa necesidad de profundizar en lo humano, la autenticidad y la realidad que nos rodea, sin que ello implique la búsqueda de la belleza. Hay una necesidad de transmitir un sentimiento, un modo de ser y un modo de pensar que probablemente surge como respuesta a un entorno que para algunos es cada vez más violento.

Por otra parte, en la era de la globalización y la estandarización, los artistas se están volviendo más hacia su cultura y tradiciones locales. Exploran sus raíces e historia, usándolas como fuente de inspiración y expresando su identidad única. Un fenómeno global, reflejado en el interés por grupos tales como el arte chicano, el arte afroamericano y el arte de las culturas originarias. Hace unos años el Museo de Baltimore puso a la venta varias obras de artistas como Andy Warhol y Robert Rauschenberg para financiar la compra de artistas menos representados como la afroamericana Alma Thomas o Norman Lewis, permitiendo que el Museo llenara vacíos, y de este modo poder contar una historia más inclusiva del arte estadounidense. Este fenómeno ya tiene eco en nuestro medio, con exposiciones dedicadas a la herencia mesoamericana, dando espacio a artistas como Saúl Morales (artista boruca) o la cruceña Ruth Bonilla, que por medio de diferentes recursos han plasmado en sus trabajos su herencia y los valores estéticos y espirituales de su tierra.

Lo anterior, nos lleva a otro punto que ha tomado importancia, la inclusividad, no limitándola a aspectos de género, sino también a la visibilización de expresiones menos convencionales del arte, reconociendo que la vitalidad y relevancia del arte contemporáneo dependen de su capacidad para reflejar la diversidad de experiencias y perspectivas de nuestra época. Es aquí dónde movimientos como el grafiti se han afianzado y han ganado relevancia en exposiciones y museos. A pesar de ello, ese tipo de inclusividad no es suficiente. Hoy en día, los profesionales del arte están sometidos a procesos de escrutinio mucho más severos: las acusaciones y contraacusaciones políticas han inundado las noticias y las redes sociales. Debido a esto, la firma de una petición con algún fin determinado puede comprometer la posición de directores de universidades, profesores, directores de museos, conservadores o artistas, y es en estos ámbitos, en dónde tiene que fortalecerse también esa inclusividad y respeto por las ideas y creencias de cada individuo.

Otro punto que no puede pasar desapercibido es que estamos en una sociedad que se debate entre la apreciación de la tradición y la urgencia de adoptar la innovación. Con la ola inicial de los NFT´s que removió el mundo cultural en el 2021 y su pronta caída, muchos creyendo que este tipo de tecnologías estaban destinadas a desaparecer. Sin embargo, los NFT´s han tomado su lugar como herramienta artística y no como un fin en si mismos. Además, podrían convertirse a corto plazo en un instrumento de autenticidad y trazabilidad, por lo que en un futuro los coleccionistas no comprarán una obra si no está registrada en la blockchain, y los artistas tendrán la oportunidad de ejercer un mayor control sobre su trabajo e incluso, podrían tener ganancias por las reventas. Otro fenómeno que vale la pena destacar es la realidad aumentada, que ha ganado un impulso significativo en los últimos años, permitiendo a los artistas crear experiencias inmersivas e interactivas para los espectadores. A pesar de lo revolucionario que esto podría ser en un mundo artísticos dominado por cánones y otros rituales culturales, lo tecnológico no ha caído en la negación de lo tradicional y los artistas están explorando nuevas formas de expresión dentro de estos medios tradicionales, fusionando lo clásico con lo moderno, para crear obras que resuenan con una sensación de nostalgia visual, algo que quizá permita que el crecimiento de lo tecnológico suceda de una manera más orgánica y no solamente determinada por un interés comercial.

El mundo de arte cambia, tendencias vienen y van y cada uno de los protagonistas de la escena cultural tienen que adaptarse a los nuevos retos y limitaciones de un mundo cada vez más visual, acostumbrado a la gratificación inmediata y a estandarización. Creo firmemente en el Arte Costarricense y estoy seguro de que a pesar de que el sector cultural ha sido maltratado por decisiones políticas, la convicción de cambiar y el deseo de trascender llevarán al Arte de Costa Rica por nuevos caminos. Las iniciativas lideradas por artistas, el uso de medios tecnológicos y la necesidad de volver a vernos y descubrirnos a nosotros mismos y a nuestro entorno, darán el impulso necesario para que se consolide una escena cultural más amplia, inclusiva y sostenible, en la que tanto artistas como coleccionistas se conviertan en protagonistas y no solamente en espectadores de un mercado que tradicionalmente ha sido manejado bajo criterios políticos y comerciales, dejando atrás el objetivo primordial del Arte: darle voz a la rica paleta emocional humana.

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